
Las bodas de los hijos siempre se preparan com mucho cuidado y mimo o no
La boda
Por fin llegó el gran día. Mi hijo, mi único hijo, había decido pasar por el altar.
Todo estaba más que preparado. Para que nada fallara hasta se contrató los servicios de un weddingplaner, ¡las cosas de mi nuera y su familia! Habían casado ya tres hijas y sabían qué había que hacer, cómo organizarse, tenían controlado hasta cómo debíamos respirar cada uno de los invitados, lo que incluía el vestuario de la familia cercana de los novios.
Las cuñadas de mi hijo iban a ir todas en plan damas de honor, cada una con un vestido diferente pero del mismo color, pretendían que mi consuegra y yo participásemos de aquella cursilada. Yo accedí, faltaría más, aunque desde el minuto cero tenía mis propios planes.
Todas las semanas en los meses previos a la boda nos juntábamos las dos familias, se suponía que para llegar a acuerdos sobre la organización del evento. A los diez minutos de la primera reunión el padre de mi hijo y yo supimos de qué iba todo aquello. La familia de la novia mandaba y la nuestra, la del novio, para no echar tensión sobre sus hombros decidimos limitarnos a acudir y asentir, total, íbamos a abonar la factura en la parte que nos correspondiese y ver feliz a nuestro hijo, que era lo más importante en todo esto.
Cuando salíamos de aquellos horrores de reuniones el padre de mi hijo me acompañaba a casa. Solíamos pararnos en el bar de la esquina y nos echábamos unas risas en plan lo que estamos haciendo por el chico.
Nuestra relación desde el divorcio cuando el niño tenía cinco años siempre había sido fluida por el bien del pequeño. Con los años nos veíamos menos dado que él, con casi veintisiete e independiente desde hacia años, ya no nos necesitaba para casi nada.
Nuestros consuegros no entendían que nos llevásemos bien, son de los que piensan que los divorcios generan malos rollos entre las parejas y sobre todo entre las diferentes familias. En las nuestras jamás falta una felicitación por Navidad o por un cumpleaños.
A pesar de todo eso decidieron ordenar las mesas del banquete de un modo que… La presidencial sólo estaría ocupada por los novios y los tres sobrinos de mi nuera que más parecían sus hijos, pero que habían tenido cierto protagonismo en la ceremonia religiosa. La razón que esgrimieron era que les parecía inadecuado, en palabras de mi consuegra que pretendía evitar algún posible numerito de fatalidad, provocado entre las familias por unas tensiones que sólo estaban en su cabeza. Sobre eso yo tendría mucho que decir pero callé por mi hijo.
En el centro, frente a la mesa presidencial, en plan aquí estamos nosotros, las mesas ocupadas por los familiares de la novia. A la derecha de la mesa presidencial los familiares maternos del novio y a la izquierda, separados por la la familia de la novia, los familiares paternos. Al fondo y como cerrando el cuadrado que habían diseñado los amigos de los novios.
Tanto al padre de mi hijo como a mí tanta rigidez idiota con la colocación de los invitados nos erizaba la piel, aun así seguimos sonriendo y sacando la chequera. Una de las veces que paramos a tomar nuestra cerveza tras la reunión semanal, me preguntó si de verdad estaba dispuesta a pasar por el aro en el tema de mi vestuario.
–Nuestro hijo se casa, esperemos, una sola vez. ¿Cuando me has visto a mí hacer lo que otro me diga?– Suspiró, no volvió a preguntar sobre el tema.
El día de la boda la cara de mi consuegra al verme cuando llegó a la puerta de la iglesia fue todo un poema. Allí estaba yo con un vestido rojo pasión, mi pelo recogido con flores rojas pequeñas en un moño bajo y sin rastro de mantilla alguna como ella se había emperrado en que yo hubiese llevado.
La ceremonia religiosa fue muy bonita. Yo soy agnóstica, mi nuera y su familia no. Debo reconocer que el sacerdote la hizo emotiva y entrañable.
Al llegar los novios al ágape sonó un vals. Me pareció algo anticuado, aunque debo reconocer que con las clases recibidas a los chicos les quedó muy bien.
A la cena no voy a ponerle pega alguna, estuvo como están las bodas de este nivel.
Tras la misma dio comienzo la fiesta. Los novios abrieron el baile con una pieza, una cursilada romántica, elegida por ellos. A continuación el padre de la novia bailó con su hija. Mi hijo hizo lo propio con su suegra y conmigo, mi nuera con el padre de su ya marido. Tras eso el resto de invitados llenó la pista.
Me dirigí a la mesa donde estaba mi actual pareja y le dije que iba a sacar a bailar al padre de mi hijo, a lo que me respondió con una sonrisa cómplice:
–Ya estás tardando.
Allá que me fui cruzando la pista de baile buscándole. Me planté a su lado, a su esposa se le avinagró el rostro cuando él aceptó mi invitación, me tomó del brazo dirigiéndose a la orquesta y les pidió una canción que ambos conociamos bien.
Nos pusimos a bailar y aunque la pista estaba llena tuvimos la sensación de que no había nadie a nuestro alrededor.
—Esta es la que sonó en nuestra boda— me dijo con esa sonrisa pícara que tantas veces me había desarmado.
—Ese día llevaba un vestido blanco… aunque no me duró mucho puesto.
—Hoy llevas uno rojo espectacular, de la misma talla que entonces.
—Puestos a recordar, fue genial lo que hicimos después del baile— le susurré.
—¿Repetimos?
Le miré con ese gesto de complicidad donde no hay lugar a los equívocos.
La canción terminó, el resto de los invitados siguió bailando. Disimuladamente nos escabullimos al cuarto de baño, como veintinueve años atrás.
Entramos en uno de los excusados y directamente me arrancó las bragas. Se arrodilló y metió su cabeza entre mis piernas mientras yo apoyaba una de ellas sobre la taza del wáter, sintiendo como su lengua me lamía. Tras mi orgasmo le bajé la cremallera desembarazándole de sus pantalones. Me puso de cara a la pared, contra los azulejos, y me empotró su verga desde atrás. Volví a correrme un par de veces más antes que él. Después, jadeantes aún, me ayudó a vestirme. Salimos del excusado, nos aseamos precariamente y volvimos a la fiesta.
Me acompañó a mi mesa. Mi pareja nos sonrió con cara de saber. Desde donde estábamos situados pudimos ver que la mujer de mi primer marido no abandonó la expresión de indignación el resto de la boda.
Nada más irse el padre de mi hijo, mi pareja me susurró al oído:
–En cuánto os vi ir al baño fui detrás. Nada más os metisteis en el excusado entré en el de al lado y me encaramé sobre el inodoro, os vi por encima del muro. Me gustó muchísimo ver lo que te hacía tu ex, ya sabes que soy un poco voyeur, deseando estoy llegar a casa para que me folles a mí también.
Mientras me lo decía le puse mi mano en la bragueta, comenzando a apretarle. ¿Podríamos haber seguido? Quizás, pero mis consuegros se acercaron a la mesa a saludar interrumpiéndonos.
Ella me espetó con toda la educación que pudo:
—¿Le pasó algo al vestido que te elegimos con los del weddingplaner, el rosa palo a juego con el de todas nosotras?
Iba a contestarle que en la vida me hubiera puesto aquel adefesio cuando su marido intervino:
— Querida, cállate. Está espectacular de rojo, es la más elegante de la boda.— Le dijo sin apartar sus ojos de mi escote.
Galiana
Tremenda historia 😈
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Las bodas son siempre interesantes
👠👠💋
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