Tocaría hablar de Santiago Carrillo, glosar su vida y hacer loas a una figura clave en nuestra transición democrática pero no vamos a hacerlo porque esas cosas nunca le gustaron. Él que tanto hizo por nuestra democracia no estaba muy conforme con la “dedocracia” que se anda imponiendo en este país y como homenaje a un gran político vamos a hacer lo que siempre solemos hacer, hablar de política, porque desde donde esté seguirá analizando lo que sucede en este país.
Envueltos en el humo de un Durham podríamos jugar a ser adivinos, demagogos, especuladores o algo parecido en el controvertido tema de la dimisión de Esperanza Aguirre pero… lo sentimos mucho, no vamos a entrar en ese juego porque nos parece alimentar un morbo que nos produce vómito intelectual y de retorcimientos estamos más que servidos de un tiempo a esta parte.
Lo importante, a nuestro modesto parecer, no son las causas por las que se ha producido sino las consecuencias y efectos que todo esto tiene. La sustitución de la lideresa va a dar mucho que hablar porque eso de acudir a la “dedocracia” para imponer tu voluntad en cargos que deberían ser elegidos democráticamente no es algo baladí.
La dimisión de Esperanza Aguirre ha venido a demostrar, una vez más, que nuestro sistema electoral además de farragoso y complejo es poco efectivo, amén de dejar cabos sueltos en temas de cierta enjundia.
Madrid, donde la política se escribe con mayúsculas, pasa a estar gobernada por candidatos que no fueron elegidos en las urnas para ese cargo y, aunque todo se hace conforme al procedimiento establecido legalmente, la cuestión estriba en dilucidar si estas sustituciones “dedocráticas” son éticamente correctas.
Ana Botella ocupa un cargo para el que fue elegida por el dedo de Gallardón en lugar de por las urnas; su nombramiento como Alcaldesa no es fruto de la reflexión de los ciudadanos madrileños sino de la desmedida ambición del actual Ministro de Justicia a quien eso de ser Alcalde de Madrid se le quedó pequeño a pesar de no ser un asunto menor.
Por cierto, si Gallardón quería llegar tan alto para demostrar que no era un verso suelto del PP ya podía haber elegido otro Ministerio porque como se lleve a cabo su reforma en el Código Penal nos va a dar la risa floja a todos.
Hecho el inciso “Gallardonil” volvamos al tema de la “dedocracia” que en los próximos días va a dar mucho que hablar. Esperanza Aguirre, que eso de hacer mutis por el foro no es algo que sepa conjugar, ha elegido este sistemita de marras para nombrar a su sucesor como la cosa más normal del mundo, porque quiere, puede, le da la gana y nadie le dice ni mu, eso es tener poderío y lo demás son tonterías. El elegido para sustituirla al frente de la Comunidad de Madrid “dedocráticamente” no es otro que Ignacio González, cuyo currículum político está lleno de zonas oscuras o muy oscuras, dando igual que el sistema electoral, una vez más, quede en evidencia al ser la “dedocracia” la que se sitúe por encima de la democracia.
Los interrogantes están ahí, ¿Botella y González están legitimados para ocupar a dedo dichos cargos? Con la ley en la mano la respuesta es afirmativa y no seremos nosotros los que avalemos otra dirección por mucho que nos espante.
Como a nosotros esto de ser moscas cojoneras nos divierte queremos ir más lejos, subir un peldaño más por lo que nos planteamos si se debería, cada vez que un cargo electo dimitiera, da igual las razones por las que lo haga, convocar nuevas elecciones. Lo proponemos más que nada porque esto de la “dedocracia” será muy ajustado a la legalidad pero lo que se dice ético, muy ético no nos parece en absoluto.
Se acaba el Durham, terminamos por hoy, nos vamos a despedir a Santiago Carrillo el mejor crítico observador de la vida política que este país ha tenido de los últimos años porque la conocía desde dentro y desde fuera; lo haremos personalmente, en la sede de CCOO en Madrid, porque necesitamos decirle que seguiremos luchando porque la “dedocracia” no le gane la partida a la democracia en esta España tan mal gobernada.
Galiana