Hasta ahora Rajoy había permanecido callado dejando que sus teloneros de lujo mordieran (perdón se nos ha escapado un verbo indebido) hablarán por él para desgranar las medidas que el PP tomaría una vez llegado al poder; palabras que él se limitaba a dejar pasar vagando por el difícil arte de no decir nada que a uno le pidiera comprometer antes de tiempo.
En esta coyuntura hemos escuchado a Esperanza Aguirre hablar de copago en sanidad con frases como «La gratuidad de los medicamentos no puede ser en función de la edad, sino en función de la renta”; a Cospedal descolgarse con que «Algunos, los que no se han quejado nunca hasta ahora, van a protestar mucho cuando el Gobierno diga todo lo que hay que hacer para sacar el país adelante»; a otros de sus acólitos sobre cómo van a volver a modificar la Ley del Aborto, la del Tabaco, el controvertido tema de los matrimonios homosexuales, e incluso el tema de la píldora post coital.
A tres días de las elecciones con unos sondeos que le conceden al PP una mayoría aplastante y al PSOE una derrota que no van a olvidar tan fácilmente; cuando nada hace peligrar que el abúlico, el segundón, el siempre acomplejado Rajoy pueda llegar a la Moncloa, el líder de los populares se nos muestra “en esencia pura”, concediéndonos el honor de explicarnos a los españoles, siempre en términos muy generales, las medidas que llevará a cabo su Gobierno.
Rajoy con cuatro palabritas de nada ha desmontado los pilares sobre los que se asienta el Estado del Bienestar y se ha quedado “tan pancho” al cuestionarse la viabilidad de la “Ley de Dependencia”. En su peculiar “manual de estilo” tiene la intención de conceder a las CCAA autoridad para recortar en educación y en sanidad según estimen oportunas (siguiendo el estilo marcado por Aguirre o Cospedal); adelanta que los recortes a los funcionarios no son su prioridad pero tampoco los descarta; que las prestaciones por desempleo se verán recortadas lo mismo que los servicios públicos básicos, justicia, defensa, seguridad ciudadana o política exterior; a las pensiones las excluye de los mal llamados ajustes pero no explica cómo va a solucionar la pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas.
Para el PP el “pescao” está todo vendido y Rajoy se atreve a conjugar públicamente el verbo recortar porque es consciente que los españoles quieren un cambio cegados por la crisis tan brutal que padecemos porque culpan de sus males al Gobierno y por ende al partido que está en el poder. En la mente de la ciudadanía ha germinado la idea que con un Gobierno de otro color todo va a funcionar mucho mejor y con eso se quedan; es muy fácil escuchar frases como “total, mejor que con éstos con cualquiera; a peor ya no podemos ir”.
Nadie parece ser consciente que dado el espiral económico en el que nos encontramos inmersos la situación se va a poner mucho peor, pero mejor no nos adelantemos a los acontecimientos que luego nos llaman agoreros y volvamos a las declaraciones de Rajoy porque como avance de intenciones no tienen desperdicio y a más de uno deberían hacerle replantearse su voto el próximo domingo si reflexionará detenidamente sobre ellas.
Como en más de una ocasión hemos dicho, que los dioses sean misericordiosos con nosotros porque las propuestas de Rajoy no plantean precisamente ese concepto entre sus preferencias.
Galiana.