Una cita con @GalianaRgm: «Haciendo trampas»

¿Alguna vez has dejado tu destino en manos de un juego de azar?

Haciendo trampas

Siempre me han dicho que al nacer el destino nos entrega una baraja de cartas. En el fondo lo hace para enseñarnos que la vida se reduce a eso, a un juego de naipes donde la suerte tiene mucho que decir, tanto o más como el saber jugar con lo que a uno le toca en suerte, lo cual dicho sea de paso no todo el mundo sabe hacer.

En lo que a mí respecta, sobre el tema del destino, las cartas y la suerte podría estar de acuerdo con la dichosa creencia que tan extendida está en determinados ambientes y status sociales, pero no, no lo estoy.

No lo estoy porque soy un rebelde incorregible y me niego a creer que el futuro de las personas viene predestinado por nuestro nacimiento, donde nada tienen que ver las decisiones o las acciones por las que optamos a lo largo de la vida. Me niego en rotundo a pensar que un simple, triste y aburrido juego de cartas puede determinar el futuro de nadie y mucho menos el mío.

Todo esto del destino y los juegos de azar como el motor que rige nuestra vida me suena a los cuentos chinos que suelen inventar las madres cuando no quieren que hagamos lo que queremos realmente hacer.

Lo cierto es que esta mañana, vagando por la casa en un estado de ociosidad permanente (esto de las vacaciones es lo que tiene, se aburre uno muchísimo), me encontré casi por casualidad en el fondo de un cajón una baraja de cartas y me dije:

—Llevas días intentando tomar la decisión más importante de tu vida, ¿por qué no dejas que ellas decidan por ti?

Debo decir que la elección a tomar no era nada baladí por lo que en un principio rechacé la absurda idea que se me había ocurrido. Después de mirar y remirar la baraja pensé que entre las cartas y echar una moneda al aire la diferencia no era mucha. Por lo menos los juegos de manos podrían ser algo más entretenidos y, sobre todo, me ocuparían algo más de tiempo que era precisamente lo que yo necesitaba.

Decidí que si ganaba a las cartas elegiría la opción A, si perdía la B. Explicar en qué consistía cada uno de ellas en este momento y dado como transcurrieron los hechos posteriores carece de importancia, por lo que me ahorraré el hacerlo que no estamos para gastar el tiempo en tonterías.

Volvamos al instante en que decidí que un juego de naipes sería el responsable de sacarme del dilema en que me encontraba desde hacía días y que me estaba ocasionando un terrible dolor de cabeza. Lo más normal hubiera sido acudir a una timba de póker, de esas que de forma ilegal se llevan a cabo en el almacén del bar de la esquina. Bajar hasta allí hubiera sido un desatino, nunca he sido jugador de cartas ni de nada y allí me hubieran desplumado la cartera, con lo cual el tener un agujero en la cuenta corriente sería añadir un problema más a los que ya tengo.

El caso es que me encontraba solo en la casa y la decisión estaba clara. Haría un solitario de ésos que consisten en hacer una escala del as hasta el rey con los cuatro palos de la baraja. Si lo lograba a la primera la opción A sería la elegida, si no la B ganaría por goleada.

Barajé las cartas y empecé el juego, cierto que antes me persigné como me enseñó mi abuela materna y me encomendé a todos los dioses como le hubiera gustado a mi abuelo paterno.

Las cartas iban estando sobre la mesa y no había manera que pudiera hacer el solitario por lo que decidí, contraviniendo las reglas marcadas por la ortodoxia del juego, barajar el mazo que tenía sobre mi mano mientras espeté:

—Pero, qué coño, ¿cuándo me he convertido en un adicto al cumplimiento de las normas?

Estaba terminando el solitario cuando sentí que la puerta de casa se abría y oí caer las llaves sobre el platillo del mueble. Ella entró con un vestido de esos espectaculares, le ajustaba al cuerpo como un guante, con un escote de esos que hacen que fijes la mirada sí o sí.

Me preguntó ¿qué haces? con un tono de voz que no supe si se refería a por qué la miraba con la palabra deseo escrita en la frente o por qué estaba jugando al solitario.

Dejé las cartas sobre la mesa. Mientras me acercaba a ella supe que daba igual las trampas que hubiera hecho en el juego, la opción de quedarme con ella era la elegida estuvieran o no de acuerdo las cartas, el destino o su puñetera madre.

Galiana

Acerca de Galiana

Escritora, creativa
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Una respuesta a Una cita con @GalianaRgm: «Haciendo trampas»

  1. Galiana dijo:

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