Una cita con @GalianaRgm: «Jugando con la banca»

Antes de leer el relato de hoy me gustaría que te hicieras esta pregunta «¿Qué se siente al saber que una persona cree en ti por encima de todo?»

Jugando con la banca

Él siempre buscó una mujer libre, independiente, de esas que no van por ahí besando ranas para convertirlas en apuestos y maravillosos príncipes. De las que necesitan una batalla diaria en la que luchar para sentirse vivas y saben que solo pelean cuando se saben ganadoras, de las que si vislumbran el mínimo atisbo de derrota no pierden ni un minuto y pasan a otra cosa. La encontró, después de mucho buscar un día sucedió.

Ella era joven, demasiado tal vez para él, pero en esa edad en la que aún todavía se pueden modelar algunos defectos. Juventud y rebeldía son una mezcla explosiva, sólo aquellas personas que han sido capaces de combinarlas al mismo tiempo saben a lo que me refiero. La juventud es un mal curable con el tiempo, todo el mundo es conocedor de esto. Respecto de la rebeldía… no hay medicamento que la destruya, ni mecanismo que la controle.

La atracción entre ambos fue instantánea, mutua, brutal, desconcertante hasta que él se hizo con la situación. Supo dominar el enloquecimiento que provoca la ansiedad por lo novedoso en el punto exacto.

Durante años todo fue perfecto. Una relación basada en la libertad y la lealtad. La cuestión está en lo complicado que resulta saber dónde empieza y acaba la libertad propia, dónde la ajena. Por si los problemas que entraña basar una relación en esta cuestión no se saliesen ya de los cánones establecidos, añadir el elemento de una lealtad inquebrantable raya la irrealidad.

El truco para encajar las piezas radica en la confianza y la paciencia. Virtudes que a ella le sobraban y de las cuales él carecía por completo. Todo radica en complementarse desde la diferencia.

Vivir en mundos diferentes que convergen de vez en cuando resulta tan idílico como utópico, o al menos eso dicen quienes nunca han probado a salir de los convencionalismos.

Él supo manejar la situación con destreza, poniendo excusas creíbles, de esas que no ofrecen lugar a dudas. Llegado el momento oportuno se dejó de sutilezas, fue claro, conciso y expresó a la perfección lo que quería de todo aquello.

Para él ella era la mujer perfecta, lo tenía todo. Las pegas, siempre hay de eso, odiaba su mundo, a sus amigos, su familia. No, no iba a formar parte de todo eso porque no lo necesitaba, le sobraba y, lo más importante, lo aborrecía sobremanera.

Fue un momento complicado. Siempre hay que saber tensar la cuerda sin que esta se rompa y en eso él era un maestro.

Lo tenía todo calculado, estudiado al milímetro. La racionalidad controlando cada paso para no dar sensación de incertidumbre, de inestabilidad que son la base sobre la que se asientan los fracasos más estrepitosos.

Ella creía en él como si él fuera un dios. Uno de esos que te permiten tener tu propia vida, de los que no interfieren en ella, al que no hay que rezarle oraciones para pedir deseos, ni pedirle disculpas o darle explicaciones sobre comportamientos. Pensaba que era afortunada, disponía de lo suyo para ella sola y a cambio disfrutaba de cuanto le cogía a él. Se hizo a la idea de los beneficios que suponía no unir dos vidas en una sola, nunca fue de las que creían en el uno más uno es igual a uno.

Para ella fue como firmar un contrato, para él nunca existió tal compromiso.

¿Qué se siente al saber que una persona cree en ti por encima de todo? Poder, infinito poder, el cual hay que saber manejar para que no se vuelva contra uno.

Él sentía que su relación era como un enorme casino donde ella era la apostadora que jugaba contra la banca, de la cual él era dueño y señor. Las fichas siempre del color rojo, como la pasión. Esa era otra de las cualidades que le atraían de ella, pasión desmedida en todo lo que hacía. Sucedió como en todos los casinos, la banca siempre gana, y el jugador solo es consciente de cuanto ha perdido cuando ya no tiene fichas con las que apostar sobre el tapete. Es entonces cuando, en algunas ocasiones, tiene un golpe de suerte y vuelve a recuperar lo suficiente para no tener que levantarse de la mesa sin tener la sensación de que todo no fue más que una burla, una estafa, un timo, un maldito juego en el que nunca tuvo oportunidad alguna real de ganar.

¿Ella fue leal? Sí. ¿Alguna vez le traicionó? Los traicionados nunca traicionan. ¿Vivió libre? Dentro de los límites que ella misma eligió.

¿Por qué hoy le ha clavado las tijeras en la yugular mientras dormía recostado en el sillón? ¿Por qué ha observado hierática y sonriente como a él se le iba la vida a borbotones? Los instintos son capaces de lo mejor y lo peor cuando las apuestas son demasiado altas.

Galiana

Acerca de Galiana

Escritora, creativa
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Una respuesta a Una cita con @GalianaRgm: «Jugando con la banca»

  1. Galiana dijo:

    Reblogueó esto en Galianaescritoray comentado:

    Relato publicado en galianaycia

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