No voy a negar que por mi vida han pasado, y seguirán pasando, muchas mujeres. De la mayoría ni me acuerdo, de otras ni quiero, pero hay una… Ésa de la que jamás olvidaré su aroma, ni su sensualidad; la única capaz de personificar la verdadera esencia de una mujer.
Galiana
Chanel, cocaína y Dom Perignon. Así recuerdo aquellas tardes con ella.
En realidad nunca me gustó el olor de Chanel, el champán me produce acidez y, además, combinado con la coca las resacas son insoportables. Pero la echo tanto de menos que me bebería el primero, me rociaría con el segundo y me arruinaría con la tercera sólo por volver a pasar otra tarde en su compañía. Por sufrir de nuevo la histeria de desnudarla, el dolor de oír su voz y la esclavitud de poseerla.
Ya hacía mucho que la había enterrado en lo más profundo de la memoria; que su recuerdo no me turbaba. Por eso no creía que la canción de Loquillo fuera a traer a mí aquella imagen tan vívida. Puedo perfectamente percibir el olor de su perfume, el sabor cosquilleante e incomparable del Dom Perignon y la sedosidad de su piel y sus labios. Probablemente mañana tendré resaca. Ahora tengo mono de ella.
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Ella era la droga que te daba vida. Te creíste desenganchado, pero olvidaste que eso es imposible. Mañana tendrás resaca y saldrás a la calle por si acaso el destino la vuelve a poner en tu camino.
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