Existe un poema infantil de María Elena Walsh titulado “El reino del revés”; no nos hacen falta acudir a estos versos para saber que nada es como debería ser, con mirar lo que sucede en este país ya tenemos suficiente para hacernos una idea y lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando a que todo sea al revés y nos importa poco o nada.

El citado poema no tiene desperdicio ya que una de sus estrofas dice: “que un ladrón es vigilante y otro es juez…”. Mirando la crónica de tribunales e incluso la social la semana está transcurriendo entre la pompa y el ornato del entierro a Manuel Fraga, que no podemos olvidar fue Ministro de un dictador a pesar que se reconvirtiera a la democracia por necesidad del servicio, la «no condena» a Camps y Costa por «el caso de los trajes» y el ver sentado en el banquillo de los acusados a un más que controvertido juez por segunda vez en apenas una semana.

Sin zarandajas, que nunca nos hemos caracterizado por ello, y dejando a un lado que Garzón siempre ha sido un juez estrella, que le gusta llamar la atención más que a un tonto un lápiz y todas esas cosas no nos cabe en la cabeza que todavía sigamos arrastrando tantas pamplinas con nuestro pasado reciente.

A cierta parte de la sociedad le cuesta todavía admitir que la dictadura en nuestro país «se fue de rositas» porque el dictador lo dejo todo atado y bien atado, que no hubo juicios por nada de lo que sucedió a lo largo de 40 años, que hubo una generación que cerró los ojos por no recordar, por miedo o como dicen los ancianos por no significarse.

Pero… ¡¡¡¡¡ya está bien!!!

Garzón podrá ser o no ser, podrá instruir mejor o peor, e incluso tener competencia o no para juzgar a nuestro último dictador, pero el escarnio público al que está siendo sometido no es de recibo, es más  producto de una sociedad que lejos de haber madurado sigue enraizada en un no querer destapar lo que no quiere ver y eso es tener un comportamiento adolescente, con todo nuestro respeto hacia los adolescentes.

Es evidente que ni a base de tropezar una y otra vez en la misma piedra vamos a ser capaces de dejar nuestro comportamiento infantiloide; ni de crecer siendo capaces de llamar a las cosas por su nombre, reconociendo que la transición se hizo como se hizo dada la coyuntura de país y que tras más de 30 años de democracia deberíamos ser capaces de no dejar que una asociación de marcado carácter ultraderechista ponga en solfa nuestro sistema judicial porque un juez decidió que siendo competente para que otro dictador, aunque fuera en Chile, fuera juzgado por sus atrocidades y el nuestro pudiera seguir el mismo camino.

Si Garzón es condenado en este proceso le demostraremos al mundo entero que como demócratas somos unos adolescentes inmaduros y acomplejados por un marcado y agresivo acné, descabezados e incapaces de asumir nuestro pasado reciente y que preferimos continuar como adolescentes con acné y poner las cosas en su debido lugar.

Galiana.