Esta mañana estuve en mi librería preferida, ya sabes, una de esas de barrio que tanto me gustan. Como soy clienta habitual me dejan mirar por las estanterías como si estuviera en mi propia casa, sólo me ponen como condición que deje los libros donde estén una vez los haya echado un ojo, lo normal en estos casos.
Mi librera sabe que si quiero un libro en concreto entro y le pido uno de lo que yo llamo los 40 principales, una compra rápida . En cambio cuando voy al fondo de la tienda es que no tengo nada en mente. Sólo quiero buscar algo para leer.
¿Cómo elegir entre todos los que hay?
Lo primero que me llama la atención es el título del lomo, luego la portada, supongo que eso a ti también te pasa. Después quien lo ha escrito pero eso tampoco es especialmente llamativo porque no suelen ser colegas muy conocidos. Tras eso le echo un vistazo a la sinopsis. Si estás pensando que ya lo tengo todo te equivocas.
En ese momento abro el libro por la mitad más o menos, y me leo unos párrafos.
El libro que me he traído a casa decía así:
“….Les conduje junto al arroyo. Allí no quedaba ni rastro de que mi marido y yo hubiéramos estado unas horas antes acampados. Por no haber no quedaba ni restos de la hoguera que yo le juré al Guardia Civil habíamos hecho, a pesar de estar prohibido hacer fuego.
Todos me miraron como si estuviera loca.
Fue entonces cuando el Sargento Jiménez se quedó mirando unos arbustos y me preguntó:
—Creo recordar que usted nos ha dicho que vinieron aquí para hacer celebrar su aniversario y de paso encargar un hijo.
Le confirmé, por enésima vez, que aquella había sido la razón de la acampada.
Entonces ordenó a uno de sus hombres que recogieran un preservativo usado que había encontrado semiescondido en el matorral, volviéndose hacia mí con gesto serio me dijo:
—Creo que en la Comandancia tendrá que explicar señora Pérez a quien pertenecen los restos de semen, algo me dice que no son de su marido…”
Galiana