Hoy fui a una entrevista de trabajo. Todo iba bastante bien hasta que me preguntaron si actualmente trabajaba, lo cual era absurdo porque había tenido que presentar mi vida laboral. Aun así fui sincera, y a sabiendas que no cotizo a la Seguridad Social le contesté un sí, sin paliativos.
El entrevistador miró sus anotaciones.
—¿De qué trabaja?
Por extraño que pueda parecerte le confesé que mi tarea consiste en hacer que tu miembro flácido e inservible funcione. Por supuesto le aclaré que no me refería al que tienes entre las piernas, que también, más bien le hablé que mi oficio podría ser comparado al de una psicóloga porque los instintos primarios sexuales funcionan si el cerebro da la orden, y tú me pagas para que yo manipule en el interior de tu cabeza para que el colgajo que tienes se convierta en una herramienta de placer.
Al llegar a este punto te puedes imaginar la cara que puso el entrevistador, pero aún así seguí dándole explicaciones sobre mi trabajo.
El placer que le doy a mi empleador debo hacerlo en un tiempo determinado, no medido por las manecillas del reloj alguno.
Por supuesto fui muy precisa en que tú concretas la exactitud de la medición de dicho tiempo para que no exista margen de error alguno.
El tipo quiso ir de entendido y me preguntó qué margen de error puede haber cuando alguien fija el tiempo.
No te sonrías así, es de mala educación reírse de la gente que nunca se ha apartado de los convencionalismos sociales.
Llegados a este punto tuve que aclararle que ahí es donde reside la gracia de todo esto. El tiempo al que me refería implicaba la imposibilidad de comisión de fallo algún por mi parte, y en caso de producirse implicaría mi cese fulminante. Además, le añadí, debía tener en cuenta que mi oficio no se desarrolla en privado, con lo cual siempre podía haber terceras personas con lo cual debía estar muy atenta.
Me pidió un ejemplo de cómo un tercero podía hacer que me despidieras.
En ese momento lo tuve claro, no tenía ni idea de lo que le estaba hablando, así que tuve que ser más directa.
—Imagine que usted y yo coincidimos, pongamos en un restaurante mientras esperamos mesa. Me ve acompañada de un caballero. Me saluda porque recuerda que hace unos días estuve aquí haciendo una entrevista de trabajo para un puesto de auxiliar administrativa. Se acuerda bien porque la gente de mi edad, con una licenciatura que no ejerzo y que lleva años sin trabajar (al menos así consta en la vida laboral que usted acaba de ver) no entiende muy bien por qué he venido aquí con un escote bastante insinuante cuando aparentemente no necesito este puesto de trabajo. En ese momento pensará, bastante mal por cierto, y se acercará a nosotros dándonos las buenas noches. Al hombre que va a mi lado le dirá, totalmente fuera de contexto, que yo ha estado aquí pasando una entrevista de trabajo. Cometerá un error, me calificará como su mujer, ése es el fallo que un tercero puede hacer que me despidan.
Efectivamente fue escucharme y mirarme con ojos de búho sin saber si dar la entrevista por concluida o qué anotar en el informe a continuación de la pregunta que me había hecho.
Galiana
El cerebro es el órgano mas valioso y perfecto. Si este no funciona, es inútil, los demás están muertos. Saludos,
Me gustaLe gusta a 1 persona
Exacto. Un saludo. 😉😉😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Nice
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona
Imagino que al entrevistador le parecerías muy interesante, quizá por motivos ajenos a la entrevista, como ese segundo trabajo…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Puso mucha atención, 😘😘😘
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pingback: Busco trabajo — Galianaescritora – Daniel Arbizu
Excelente artículo! Lo mejor para tí.🏅
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias
Me gustaLe gusta a 1 persona
A tí Gali! Abrazo.
Me gustaMe gusta
De regreso, 😉😉
Me gustaMe gusta