«Navidad 2025» con Carmen Navas Hervás (@mcnavas1) para leer y escuchar: «En el búnker»

Lo primero desearos una salida y entrada de año espectacular, lo segundo recordaros que está noche pidáis un deseo alcomer la uvas, ese , ese en el que estáis pensando, y ahora os dejo con un relato, ese que ayer os deje con ganas de saber como acababa, que no se debe termionar elaño con cosas a medias.

En el búnker

Llevaban encerrados dos días en ese maldito zulo y entendieron que nadie los iba a sacar de ahí. Tenían comida y agua para unos seis meses; sin embargo, esa no era la solución. Debían intentar escapar porque, de otra forma, esas paredes de hormigón se convertirían en su tumba.

Sus padres les habían explicado cientos de veces la forma de salir, aunque sabían que sus explicaciones no servían de nada, puesto que el mando que permitía abrir la puerta del búnker se había quedado en el armario del salón.

—Vamos a morir aquí —decía Pablo con pesimismo.

—¡Venga ya! Madre nos abrirá en cuanto se vayan los soldados —respondía Alberto más confiado, quizás porque al ser el más pequeño, no era capaz de ver el mal a su alrededor.

Ninguno de los dos podía imaginar lo que había ocurrido arriba.

Pasó una semana y lo único que habían hecho era comer, dormir y pensar. Sin embargo, sus mentes estaban cerradas a las ideas, ideas que parecían haberse esfumado, haberse escapado de sus cabezas.

—Hay que hacer inventario —dijo Alberto.

—¿Para qué? No tiene sentido.

—Sí que lo tiene. Debemos hacer una lista de los víveres que tenemos, por si hay que racionarlos y reunir todas las herramientas de las que disponemos, para ver si alguna nos sirve para abrir esa maldita puerta.

Lo hicieron y comprobaron que los alimentos podían durar el doble del tiempo si comían con cautela; en cuanto al agua ocurría lo mismo.

—Tenemos casi un año para buscar una solución —dijo Pablo con tranquilidad.

—Sí, pero hay que buscarla cuanto antes —insistió Alberto, el más inquieto de los dos, y esa inquietud iba a ser decisiva para encontrar solución al problema en el que se encontraban.

Examinaron todo el recinto con detenimiento, por si descubrían alguna grieta o lugar por donde pudieran abrirse camino. Era totalmente hermético. El único punto que rompía ese hermetismo era el respiradero, pero era tan pequeño que por ahí no podría salir ni una rata.

—Hay que hacer ese agujero más grande —dijo Alberto con decisión.

— ¿Tú te estás oyendo, hermanito? Eso es imposible. Este búnker es de hormigón. Aunque tuviéramos herramientas, que no las tenemos, tardaríamos siglos y no disponemos de tiempo. Lo único que podemos hacer es esperar a que nos abran.

Y se sentó tranquilamente, mientas Alberto le seguía dando vueltas a la idea.

Cogió un martillo, que encontró entre las cosas almacenadas en el recinto, y comenzó a dar martillazos alrededor del respiradero. Pasaron dos días y empezó a desprenderse arenilla.

Cuando lo vio Pablo, decidió relevar a su hermano:

—Déjame a mi, que soy más fuerte.

Los golpes eran más contundentes, aunque no suficientes para agrandar el hueco.

Entonces, el año del que disponían se convirtió en horas cuando el respiradero dejó de funcionar, quizá por los martillazos.

Se echaron a dormir para poder continuar al día siguiente.

Pablo cogió el martillo y Alberto unos alicates y siguieron con su labor, hasta que el agujero fue creciendo y creciendo:

—Ya podemos salir —Alberto estaba eufórico.

Vieron la luz al final del respiradero y allí les esperaban sus padres, sonrientes.

Pablo y Alberto jamás despertaron de su último sueño.

Y si esperabais una historia feliz, eso no es posible porque en las guerras, normalmente no las hay. Da igual las razones ni los porqués, la realidad de las guerras es que en ellas siempre lo pagan los inocentes.

Y no hay que posicionarse al lado de uno o de otro, hay que posicionarse al lado del más débil, al lado de todos los Pablos y Albertos del mundo, al lado de todos los Teresas y Pacos del universo, y en contra de la insensatez y la locura.

No me gusta que mis historias terminen así, pero a veces hay que abrir los ojos a la realidad.

Ahora dale a la ilustración para escuchar el relato con mi voz, recuerda que alguna cosita siempre cambio.

🎙🎧👇

¡Feliz Nochevieja!

Mañana os espero para deseros ¡Feliz Año Nuevo!

@mcnavas1

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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