Juana «La loca», parte 1 por Marta Caniego

Este puente de diciembre vengo a presentaros a una mujer que fue reina, Juana, «La loca».

Juana “La Loca”

La que llegaría a ser la última reina de la Casa Trastámara, la conocida como Juana la Loca, nació en realidad siendo sencillamente la infanta Juana, como miembro de una familia nobiliaria que —desde luego, todo hay que decirlo— era muy complicada de entender.

Para comprender las circunstancias de su nacimiento, hay que entender el mundo que la rodeaba en aquel momento. Juana es la tercera hija del matrimonio formado entre Isabel de Trastámara —también conocida como Isabel I, la Católica— y su esposo, Fernando II de Aragón, que también llegaría a ser conocido como Fernando el Católico.

Juana nació en el año 1479, concretamente en noviembre. ¿Y por qué señalo el mes concreto? Pues porque unos meses antes, ese mismo año, se habían firmado las capitulaciones de paz que ponían punto final —ahora sí definitivo— a la guerra de sucesión que se había iniciado unos años antes, concretamente en 1475.

Para entender esto, tenemos que remontarnos un poquito más atrás y fijarnos en los nombres de una serie de personajes que, aunque suenen muy parecidos, no son la misma persona. Enseguida vais a entender a qué me refiero.

Sucedió que, en diciembre de 1474, falleció el rey Enrique IV de Castilla, que era medio hermano —de padre— de Isabel, la madre de Juana la Loca. (Vamos a llamarla así, la Loca, para que todos nos entendamos).

Cuando Enrique fallece, deja tras de sí una crisis sucesoria bastante llamativa. No tenía hijos varones, pero sí tenía una hija llamada Juana —al igual que nuestra protagonista—, aunque con un sobrenombre un poco diferente. Se dudaba de si esta niña era realmente hija de Enrique o, por el contrario, hija de uno de sus más fieles: Beltrán de la Cueva.

Suponiendo que esta historia fuese cierta —nunca ha sido comprobada—, implicaría que Juana de Avis, la madre de esta Juana la Beltraneja (es decir, la esposa de Enrique IV), habría engañado a su marido con un sirviente. Con este hombre, Beltrán de la Cueva. Y que, por tanto, Juana la Beltraneja no sería una heredera legítima, sino una bastarda.

Aprovechando esta situación, Castilla era un reino en aquel momento un tanto volátil —vamos a decirlo así—. Los nobles tenían con frecuencia bastante poder en sus territorios y podían llegar a aliarse en contra del rey. Lo que ocurrió aquí es que se formó una facción que intentó apoyar a otro pretendiente de la Casa Trastámara.

Enrique tenía dos hermanos: Alfonso e Isabel. En un principio se propuso a Alfonso como pretendiente, y así se hizo, pero Alfonso falleció muy jovencito, sin haberse llegado a casar siquiera. Por lo que la candidata que quedaba era Isabel, la madre de Juana la Loca. Nuestra protagonista. Es decir, para que todos nos entendamos, Isabel la Católica.

Sabiendo todo esto y explicado —más o menos— de forma sencilla: a la muerte de Enrique IV en diciembre de 1474, Isabel tomó la corona y, de hecho, se coronó en ese mismo mes. Por lo tanto, su reinado comenzaría ya en 1475. De hecho, he visto algunas fuentes que lo sitúan directamente así.

Ese mismo año se inicia una guerra entre Isabel —que se había proclamado por su cuenta— y los partidarios de Juana la Beltraneja. ¿Quiénes eran? Pues una parte de la nobleza castellana, pero también, principalmente, el rey Alfonso V de Portugal, que era tío de Juana la Beltraneja… y también su esposo.

Para explicar esto, sencillamente diré que Juana la Beltraneja era hija —teóricamente— de Enrique IV y de Juana de Avis. Juana de Avis era hermana del rey de Portugal. De ahí lo de “tío” y “esposo” a la vez.

Durante toda la guerra, los partidarios de Juana argumentaron que Isabel era, en realidad, una usurpadora. Pero lo que sucedió fue que, cuando terminó la guerra en 1479, la victoria definitiva fue para el bando de quien llegaría a ser la reina católica. Y madre de nuestra protagonista.

Ahora sí, vamos a hacer un pequeño recorrido por lo que era la familia más cercana de Juana. Hemos dicho ya que Juana nació en Toledo y que, en ese contexto, era ya la tercera hija del matrimonio de sus padres. La mayor, Isabel, había nacido antes de la guerra de sucesión. Mientras que su hermano Juan —el varón, el heredero potencial a los reinos de Castilla y Aragón— había nacido un año antes de que terminase la guerra.

Me parece importante mencionar esta distinción entre los momentos de nacimiento de los hermanos, porque al fin y al cabo, eso iba a marcar un poco la legitimidad que tenían como infantes o como Príncipe de Asturias, en el caso de Juan. De cara a la sucesión y, también, a la imagen que proyectaban en el extranjero y en el resto de los reinos europeos.

Y no es cosa baladí. Al final, los hermanos de Juana —y la misma Juana— tendrían que casarse con miembros de distintas casas reales europeas. Todos los hijos de Isabel y Fernando llegarían, de una manera u otra, o bien a ser monarcas, o bien a ser candidatos a monarca. Vamos a dejarlo ahí.

He mencionado ya a Isabel de Aragón, que fue la hija mayor de los Reyes Católicos —nombrada Isabel en honor a su madre—, pero después de ella vinieron Juan y, un año después, la pequeña Juana. Estos dos llevarían el nombre de Juan, que paradójicamente coincidía con el de sus dos abuelos: tanto el padre de Isabel la Católica como el de Fernando de Aragón se llamaban Juan. Y además, los dos fueron Juan II: el primero de Castilla, y el segundo de Aragón. Una curiosidad que, pues, a mí me parece muy graciosa, teniendo en cuenta que ambos pertenecían a la dinastía Trastámara.

Pero Juana no fue la única: a ella le siguieron María de Aragón, nacida en 1482 en Córdoba, y Catalina de Aragón, nacida en 1485. Esto significa, efectivamente, que entre la edad de la mayor (Isabel) y la más joven (Catalina), había ni más ni menos que quince años de diferencia. Que no es poca cosa.

Pero volviendo con Juana: esta niña que nace justo después de firmarse la paz… básicamente, va a crecer ya como una infanta plenamente reconocida por todos. Juana se va a educar como correspondía a una dama de la época: va a saber desenvolverse con el latín, va a ser educada en la obediencia a sus padres y en la importancia de su papel como infanta de Castilla, ya que el día de mañana ella tendría hijos que tendrían que afrontar sus propios problemas gobernando en los dominios que les tocase.

En este momento, el matrimonio de Juana todavía no estaba acordado. El matrimonio de esta jovencita se decidiría unos años más tarde, y vendría de la mano de uno de los hombres más poderosos del mapa de aquel entonces. Se trataba del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Maximiliano de Habsburgo.

Este hombre percibió que en los reinos de la Península Ibérica —en esa unión entre Castilla y Aragón, que no se había producido aún de forma oficial, pero que se habría dado también entre Castilla y Portugal si Juana la Beltraneja hubiese ganado la guerra— había potencial para una alianza. Una alianza apropiada entre dos potencias: una, un imperio sin ir más lejos; la otra, una corona emergente que nadie sospechaba que llegaría tan lejos como llegó.

Y así, mientras Juana jugaba, mientras era una niña que recibía la educación que le correspondía en compañía de sus hermanos —sobre todo de Juan, que era casi de su misma edad—, se terminó decidiendo que Juana se casaría con Felipe de Habsburgo, duque de Borgoña, también conocido como Felipe el Hermoso. El primogénito del emperador.

No obstante, el matrimonio entre estos dos no fue el único decidido en aquellas negociaciones. También se acordó que Juan —el heredero a la Corona de Castilla y de Aragón— se casase con Margarita, la hermana de Felipe y segunda hija de Maximiliano.

Y cuidado con todo esto, porque si bien las monarquías de Europa eran pocas, solían estar regidas por familias que emparentaban con muchísima facilidad. La madre —esto lo cuento como curiosidad— de Felipe el Hermoso y de su hermana Margarita, quienes habrían de casarse con Juana y Juan, era ni más ni menos que María de Borgoña. Para quienes no la conozcan: la hijastra de Margarita de York.

Margarita de York fue miembro de la dinastía real inglesa. Se casó con el duque de Borgoña, Carlos I el Temerario, padre de María. La cuestión es que Margarita y su familia habían estado inmersos durante muchísimo tiempo en una guerra entre dos familias por el trono de Inglaterra. Por un lado, la dinastía de York, los Plantagenet; por otro, la casa de Lancaster, cuyos herederos llegarían al poder finalmente como los Tudor, ganando así la conocida como Guerra de las Rosas.

¿Qué ocurre? Pues que el rey más famoso de esa dinastía Tudor —esa dinastía rival de la familia de Margarita— fue Enrique VIII. El esposo de Catalina de Aragón. La hermana de Juana la Loca.

¿Qué me decís? Después de conocer este tablero de familias, conspiraciones y politiqueos europeos… ¿os apetece que hablemos un poco más acerca de lo que fue la vida, el matrimonio y la descendencia de esta reina?

Una vez leído te espera el podcast

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Mañana te espero con la segunda parte

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