«Oficio de tinieblas» por @PilarR1977: «Hasta ese punto te amaré» -Final-

Llegamos al final de este relato, espero os haya gustado, tras las vacaciones de Semana Santa volveremos con otro nuevo.

Hasta ese punto te amaré – Final

El amanecer sorprendió a Sabela subiendo la escalera de servicio: ¡si sólo lograse llegar a su alcoba a tiempo, antes de que la casa despertase! Los mentideros hablarían de “milagro”, que sus rezos a la Virgen de Atocha habían sido escuchados, y ofrecería ella unas misas, unos reales al templo y el mejor manto bordado. Lo que la realidad se afanaba en ocultar encontraría la protección inexplicable de la Fe.

—Ricardo.

La luz helada del alba reveló a su esposo sentado en el sillón donde la velase tantas noches, ojeroso, la camisa y la corbata arrugadas y el cabello alborotado. Apoyada sobre el reposabrazos, su mano derecha sostenía una pequeña pistola.

—Ricardo… —musitó acercándosele.

—Detente—. Sus ojos vacíos parecieron no verla—. Dime, Sabela, ¿qué clase de monstruo eres?

—Querido, ¿qué ocurre? Me encuentro mejor y bajé a pasear por el jardín antes de…

—Te vi — frialdad en su voz y el arma alzándose—, en San Carlos, esta madrugada. Dime, ¿qué eres? Quiero escucharlo de tus propios labios.

Una criatura mortal habría caído al suelo de hinojos suplicando clemencia o habría negado la realidad que Ricardo presenciase. Más, sabiéndose descubierta, la dama alzó la cabeza: sin miedo, tan sólo con dignidad en su mirada.

—Soy… —susurró suavemente, con tristeza—, tengo muchos nombres. Lamias, nos decían antaño, más yo sólo conocí una palabra: guaxa —vaciló—. Supongo que Álvaro te contó…

—No quise creerle —gruñó—. La mujer que amo es un demonio: eso no ocurre todos los días, querida mía.

¿”Demonio”? ¿En verdad me crees condenada, querido? Caminamos bajo el mismo sol y la misma luna que el resto de criaturas de Dios. «Existen más cosas entre el cielo y la tierra que las sueñas en tu filosofía», ¿no era así, esposo?

Ricardo apoyó el codo en el reposabrazos, el dedo tenso en el gatillo: hubiese bastado una simple presión…

—No estoy para poesías, Sabela. —No era su voz, sus ojos, no era el rostro del hombre amado—. Adelante, ruega piedad, suplica por tu vida o lo que sea que tú entiendas por tal ¿O vas a hechizarme con alguna brujería?

—Nada sé de brujerías y jamás he suplicado. Estoy cansada de huir, Ricardo, ¿dónde iría? Los mortales profanan las entrañas del valle, tornan la niebla de la montaña en ceniza, las aldeas que me amparaban mueren, … ¿dónde iría? —repitió—. Tú eres el único hogar que me queda, la única magia que me ata. Y ahora, me conoces.

Sonó aliviada, libre del peso de un secreto que, antes o después, habría acabado con ellos. Se giró, dándole la espalda y comenzó a quitarse las horquillas que sujetaban el velo. El reflejo del espejo del tocador le reveló una mancha rojiza en la mejilla que limpió con el dedo.

—¿Sufren? —murmuró él.

—Podrían, pero no lo deseo. Sé de hermanas capaces de horrores que no han de contarse en voz alta, algunas invocadas con oraciones y nombres que no les corresponden, haciéndose pasar por la misma Madre de Dios— explicó volviéndose, encendido el rostro—. Yo no hallé jamás placer alguno en el sufrimiento.

Asintió Ricardo. Con un suspiro pesado, aseguró el arma y la guardó en el bolsillo del pantalón; frente a él, la dama cerró los ojos, aliviada.

— No podría herirte ni en mil vidas, Sabela, pues, mortal o inmortal, te tomé por esposa, mi mujer, carne de mi carne. Prometí ante Dios amarte sobre todas las cosas —se rindió—, más necesito tiempo para entenderlo, entender qué eres —suplicó, estirando la mano para tomar la de ella—. Por el amor que nos tenemos, dámelo, tenme paciencia; no es demasiado pedir. Ahora, …anda, quítate ese vestido antes de que suba Enriqueta —dijo Ricardo, de nuevo suyo, de nuevo su devoto esposo, de nuevo amante y refugio—, deja que te ayude…date la vuelta, amor mío.

Algunas madrugadas sin luna o manchadas de nubes, un carruaje se detenía en la entrada del palacio de Luzón. Esperaba pocos minutos, y, tras cargar a su viajero, desaparecía en la oscuridad.

Esas noches el duque no dormía. Esperaba paciente junto a la ventana la llegada de alba, al tanto de las murmuraciones de los criados, de medio Madrid: asuntos de amantes y lujurias vanas de la carne, decían. Con eso, pensaba Ricardo durante aquellas horas sombrías en que su mujer era una criatura de las sombras, podían bregar ambos.

Algunas madrugadas sin luna o manchadas de nubes, los pacientes de San Carlos, aquellos cuyo nombre aún no había escrito la Muerte, los que vivirían para ver la luz del alba alumbrando un nuevo día vislumbraban el paso de una figura etérea, con cabellos como rayos de luna tras ella.

Y, con ella, la intuición de un final dulce y misericordioso.

Hasta qué punto la amaba, le había preguntado una vez un amigo.

Hasta el punto de amarla por lo que era. En cuerpo y alma.

Ahora dale a la ilustración para escuchar el podcast, recuerda que no son iguales, incluyo alguna variación.

🎧🎙👇

@PilarR1977

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About Galiana

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1 Response to «Oficio de tinieblas» por @PilarR1977: «Hasta ese punto te amaré» -Final-

  1. Avatar de Enrique Liébanas Enrique Liébanas dice:

    ¡Es un final precioso! No puede haber nada más bello que esté final. Me encanta 🖤🖤🖤

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