«Deja que te cuente» por @mcnavas1: «El rey de las tormentas»

Con este relato cierro esta aventura de contaros una historia cada día. Espero que lo vayáis pasado bien.

Como ha venido siendo habitual primero os dejo el texto.

El rey de las tormentas

Cuenta una leyenda china que el rey dragón, el rey de las tormentas, se encontraba solo en su palacio. Vivía en el fondo del océano y tenía todo lo que quería a sus pies: riquezas, los mejores manjares del mundo y a las mujeres más hermosas. Sus servidores eran sirenas, hipocampos, ondinas, sin embargo, no era feliz porque no tenía corazón, o eso pensaba porque ¿Cómo se pueden tener sentimientos sin tener corazón?

Cuando estaba alegre el sol brillaba en el cielo y cuando se enfadaba lanzaba  tormentas infinitas que arrasaban con todo.

Una mañana sintió un gran estruendo que hizo vibrar todo su palacio de cristal, por lo que decidió subir a la superficie para ver qué había ocurrido.

Se quedó desolado porque solo vio destrucción a su alrededor.

Los edificios de la ciudad habían caído sobre sí mismos, los barcos atracados en el puerto, solo eran una sombra de lo que habían sido y había cadáveres tirados por las calles y flotando en el mar, que ya no era azul sino de un color gris muerte.

Se enfadó tanto por el sinsentido que, de sus ojos, comenzaron a brotar rayos de furia:

—Si esto es lo que queréis, humanos insensatos, esto es lo que tendréis.

Y lanzó sobre la devastada tierra todo su poder. Y las tormentas se adueñaron del mundo. Comenzaron a caer del cielo unas piedras enormes de hielo, y los rayos partían los pocos árboles que quedaban en pie. El ruido ensordecedor que precedía al fuego ni siquiera dejaba que el rey pudiera oír sus pensamientos.

Y así transcurrió un año entero.

Sus consejeros estaban asustados y todos aquellos súbditos que habían estado siempre a su lado, le dejaron solo por miedo a su furia.

Nada quedó en pie.

Después de la tremenda tempestad, vino la calma y se sintió tranquilo.

Volvió a su palacio de cristal, a su reino sumergido y cuando vio lo que había hecho, se puso a llorar. La tormenta que había asolado la tierra, también había asolado los cimientos de su mundo.

No quedaba nada de lo que había construido, todos los seres más queridos para él, yacían sin vida alrededor del trono: no se habían marchado por lealtad a su rey, a un rey que les había fallado.

Se arrepintió de lo que había hecho, sin embargo, ya no quedaba nadie al que pudiera pedirle perdón. Todo se había esfumado, desvanecido como si solo fuera humo y, por primera vez, se dio cuenta de que tenía corazón.

Fue entonces cuando comenzó a gritar de dolor y no hubo consuelo para él.

—Vamos, debes regresar a tu cuarto.

Miró a la mujer que le hablaba.

—Ya ha pasado. Ha sido una de tus crisis. Ya te hemos inyectado la medicación y enseguida sentirás sus efectos.

Le llevaron sujeto de los brazos, a través de pasillos largos y asépticos a un cuarto de paredes blancas. Le ataron a la cama

—Es mejor para ti.

Y le dejaron allí tumbado, mirando al techo sin saber qué había ocurrido.

—Soy el rey de las tormentas —les dijo, casi sin voz.

—¿Otra vez esa neurosis? —Le preguntó un señor con bata blanca.

No pudo contestar porque los ojos se le fueron cerrando mientras un líquido transparente comenzaba a entrar en su brazo derecho sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

En el letrero enganchado a la cama se podía leer: Diagnóstico, Esquizofrenia paranoide.

En el mar, todo era destrucción, según las noticias, por los residuos contaminantes, según los habitantes del fondo marino, porque el rey de las tormentas se había marchado para encontrar su corazón.

Y ahora si prefieres escuchar le das a la ilustración.

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@mcnavas1

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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