Tercer día para contaros una historia. Empezamos leyendo.
El atrapasueños
Yo nací en una aldea pequeña y mi abuela, colgó en el techo, justo encima de la cabecera de mi cama, un atrapasueños. Era pequeño y rústico. Estaba hecho de ramitas y plumas de ave. En el centro, unas fibras de ortiga formaban una telaraña y unas cuentas de color rojo sonaban al mecerse con el viento.
Mi abuela era una especie de chamán en la aldea. A ella acudían a pedir consejo, incluso los más ancianos. De niño me contaba historias de la mujer araña, Asibikaashi, de la que decía que era su tatarabuela.
—Cuando te encuentres perdido, búscala. Ella hará que tus temores desaparezcan.
Éramos un pueblo tranquilo, amante de la paz, sin embargo, la vida nunca nos puso las cosas fáciles. Mi madre murió al traerme al mundo y el consejo de los tres le dijo a mi abuela que debían ofrecerme en sacrificio a los dioses, porque mis ojos eran azules y casi transparentes.
—Esos ojos solo los tienen los espíritus malignos —sentenció Tapei, el más anciano de los tres.
—No dejaré que le toquéis —amenazó mi abuela ante las miradas sorprendidas del consejo —si a los diez años muestra algún signo de malignidad, yo misma le ofreceré a los espíritus.
Aceptaron el plazo porque ella era su chamán y mi padre el jefe de la tribu. Con su tesón consiguió que yo sobreviviera a mi infancia. Estando ya cercana la fecha marcada para mi prueba de vida, la desgracia se cebó de nuevo en nuestra familia y mi padre falleció de unas fiebres.
Nuevamente me culparon a mí de la desgracia y decidieron adelantar mi sacrificio.
—Caminarás entre las llamas de la muerte. Si sobrevives, serás digno sucesor de tu padre y te prepararemos para ser nuestro guía, sin embargo, si no pasas la prueba, serás entregado al Dios del fuego para que traiga sus bendiciones a nuestro pueblo.
Mi abuela sonrió y acariciándome me susurró:
—No tengas miedo. Estás preparado, lo he visto en las estrellas. Solo piensa en tus padres, que hoy están observándote. Notarás su amor como un calor abrasador, sin embargo, eso te hará ser libre.
Me llevaron a un lugar que no supe identificar. Allí solo se oía el crepitar de un fuego cercano. Comencé a notar el calor en la planta de los pies, era como si comenzara a abrasarme por dentro. Entonces Asibikaashi, la mujer araña comenzó a caminar a mi lado. Vi a mis padres sonriendo y tendiéndome la mano.
Los ancianos estaban perplejos porque estaba caminando sobre las brasas sin apenas sentir el calor.
Desperté en mi cama, con el sonido de las cuentas rojas del atrapasueños.
—Ya ha pasado, solo ha sido un sueño —dijo mi abuela besándome en la frente.
—He visto el futuro abuela.
—Lo sé.
—Y a la mujer araña.
—También lo sé.
—Sin embargo, sigo sin poder ver ¿Por qué el atrapasueños no se lleva mi ceguera?
—Mi querido niño, tus ojos son tu mayor virtud, no tu pesadilla. Ellos harán que cumplas la sagrada profecía. Te convertirás en un ejemplo a seguir para nuestro pueblo, en su guía y lo harás gracias a esos ojos transparentes que ven más allá de nuestro mundo.
Y así fue como sucedió y ese pequeño atrapasueños me acompañó toda mi vida, llevándose todo lo malo y dejándome siempre en paz con mi conciencia. Y aunque nunca pude llegar a ver, conseguí sobrevivir a mi ceguera, cosa que nunca había ocurrido antes porque todos los niños que nacían con una tara, eran sacrificados al Dios del fuego, sin que nadie hiciera nada por ellos. Solo mi abuela fue capaz de ocultar mi ceguera y hacer que me convirtiera en el gran jefe que llegué a ser, tal como ella siempre había vaticinado.
En caso que prefieras escucharme le das a la ilustración.
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