Lo masculino y lo femenino, el yin y el yang, positivo y negativo, blanco y negro, el amor y la razón, todo tiene su contrario, vivimos una eterna estabilidad
¿Hacia qué lado se compensa tu balanza?
Equilibrio
La mente y el corazón, dos opuestos que viven en mí. Tratando de mantener el equilibrio para no ir sin rumbo. Impidiendo mi autodestrucción.
Al principio la razón era el timón de mi vida y fui una mujer fría, crítica, selectiva. Capaz de normalizar cualquier comportamiento o acción. Establecí las bases de las relaciones personales. Trataba de no equivocarme una vez más. Recordaba los errores pasados. Ocultaba los sentimientos y me hacía indiferente a ellos. Pensaba en cada decisión a tomar, hay asuntos que no se podían decidir sin reflexionar. Era como un robot, sólo actuaba, no sentía. No era feliz
Entonces apareciste tú. De un plumazo y sin previo aviso el corazón tomó las riendas de mi vida, sí, ese loco inconsciente.
Me transformé en alguien cálido, permisivo, discriminador. Canalizando y sintiendo cada acto y conducta que realizaba. Acercándome a las personas por lo que me trasmiten y no por lo que demostraban ser. Me equivoqué una y mil veces, pero no importaba porque así es el ser humano, imprevisible a los cambios. Nunca pensaba en lo sucedido o en lo que podía suceder. Me dejé llevar. Expresando lo que sentía, mostrándome como soy con facilidad. Fueron los sentimientos los que gobernaron mis decisiones, todo “Flower power”, paz y amor. Tampoco fui feliz.
Cada mentira o promesa sin cumplir producían un desgarro en el corazón. Que fueron multiplicándose por mil y su ánimo se transformó en algo gris. Le destruiste y hubo que recomponerlo desde el principio.
Desde aquel momento decidí que lo mejor era el equilibrio. El cerebro ayudaría al corazón a sanar, curando así todas las heridas producidas a la par que aprendía de sus errores para que no volvieran a ocurrir. La mente se dejaría aconsejar con ese “sexto” sentido que tenía el amor, permitiéndome así una relación cordial y amistosa con los demás.
Para todo ello la razón se pasó muchas horas enseñando al corazón que tenía que quererme a mí misma y estableció normas para que no le volvieran a hacer daño. Me mantuvo activa, no permitiendo que la desidia me dejase tirada en la cama. Me obligó a descansar sólo lo necesario para mi bienestar. Eligió una dieta sana, preocupándome por mi salud alimenticia. Empecé a relacionarme con cualquiera que mi mente me dijera que no tenía doble intención, que no iba a hacerme daño y por supuesto acabé divirtiéndome. Tenía un objetivo, devolver el color y la vida a mi corazón.
Cuando estuvo algo recuperado, mi corazón, enseñó a mi mente a gestionar los pensamientos, a comunicarse con los demás de forma adecuada. Le enseñó a relajarse y a pedir ayuda cuando lo necesitara.
Entre los tres recompusimos cada trocito que tú mismo destruiste. El proceso ha sido lento, duro y doloroso. Volvemos a estar en pie y enteros, hemos conseguido el equilibrio, la estabilidad emocional y la serenidad.
Bueno, quizás no tanto, la balanza está un poco inclinada hacía un lado. Qué le voy a hacer, no soy perfecta.
De nuevo tú. Has vuelto arrodillándote, pidiéndome perdón, suplicándome.
Lo siento, de verdad, lo he intentado todo, he tratado de llegar a un acuerdo entre los tres. Pero ha sufrido un proceso de “sanchificación” y mi corazón ya no te cree.
Dale a la ilustración para encontrar la solución al juego
👇👇👇