Hay historias de amor que son capaces de curarlo todo, convertirse en un ejemplo para la sociedad, tendrían que ser leyendas.

EL AMOR LO-CURA TODO

Se estarán preguntando por qué me presento ante ustedes así, de esta guisa, sin haber dormido durante varios días, la ropa desaliñada, medio borracho y apestando a tabaco.

Es curioso, dejé de fumar hace más de veinte años, un día, las circunstancias me impidieron echarme el último y por mi forma de ser dije que se acababa. Menuda fuerza de voluntad para alguien que se fumaba dos cajetillas diarias, ¿verdad? Lo mismo me pasó con el alcohol, era consumidor habitual, tanto en casa como en la calle, hasta que mi hígado dijo basta y me encontré cara a cara con la muerte. Créanme si les afirmo que no era la primera vez. Podría asegurar que sé a ciencia cierta cómo es el infierno, lo he visto con mis propios ojos.

Ahora se encontrarán más confusos que antes.

La respuesta es muy sencilla, hoy he perdido el amor de mi vida, se ha ido, se ha marchado para siempre a ese lugar del que nunca nadie ha vuelto… Ha muerto.

Quizás estén pensando que es lógico que me encuentre en este estado, pero puedo asegurarles que es algo más de lo que imaginan, ella era mi cura.

Me sinceraré… Soy un enfermo mental…

 Por favor, no se levanten de sus sillas, no estoy loco, no me tengan miedo, no voy a hacerles daño, solo necesito su ayuda. Supongo que es la primera vez desde que me diagnosticaron que he sido capaz de decirlo en voz alta. 

La salud mental está muy estigmatizada, no estamos locos, no nos lo hemos buscado, como no se hace con el cáncer o la diabetes. Es tu cuerpo el que te la juega.

Así que les ruego que me escuchen.

Lo sé, lo sé, están desorientados. ¿Qué tiene que ver el fallecimiento de mi esposa con mi salud mental? Pues todo, todo en absoluto. Aunque mejor decidan ustedes después de entender nuestra historia.

Nos conocimos muy jóvenes, como eran antes las cosas, y por extrañas circunstancias de la vida terminamos saliendo juntos.

Les parecerá raro, no empecé a darme cuenta de que la quería hasta muchos años después, cuando decidí dejarla. Alguien me dijo que me había sido infiel; que ya estaba harto de esa relación; que me asfixiaba; que no podía más; existían miles de motivos… tantos como voces en mi cabeza, eso no lo supe hasta más tarde.

 Aquella situación no duró mucho tiempo, el corazón es más fuerte que la mente y, a pesar de todo lo que había hecho mientras estuvimos separados, ella me perdonó y volvió conmigo.

Me diagnosticaron quince años después de nuestra primera cita. Mi actitud era demasiado extraña hasta para ella. Era capaz de crear una guerra de la nada solo porque las voces no me dejaban de gritar dentro de mi cabeza y, una vez se callaban, miraba con asombro el caos en el que me encontraba, la desolación después de la batalla. Imagínense todas las putadas que se pueden hacer a una persona, pues bien, yo se las hice. Y a pesar de eso, ella seguía allí, junto a mí.

A partir de ese momento, el del diagnóstico, mi esposa se convirtió en mi piedra angular, vigilaba todo lo que hacía, pendiente de mí, de la medicación y de mi bienestar.

Me encantaba su frase:

 “Ahora comprendo que no eres un auténtico gilipollas”.

Nunca hubo una mejoría, sí una cierta estabilidad. De vez en cuando la chispa se volvía a encender, las voces regresaban a mí durante unos instantes, sobre todo si existía una situación estresante y allí estaba ella, aguantando del tirón mi falta de cordura.

Cuando termine nuestra historia me iré para urgencias psiquiátricas, sé que solo no podré soportarlo, que olvidaré tomar la medicación, y que a pesar de que ya no esté, es por ella por quien lo tengo que hacer, antes de que las voces vuelvan.

¿Quieren saber por qué?, se lo diré citándola textualmente:

“El amor lo-cura todo”

Espero que ahora ya no les parezca un loco.

@yugm76

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