Este relato es una petición de un lector con la que se me han planteado las siguientes dudas: ¿Crees en el karma? ¿En que todo aquello que hagamos, ya sea bueno o malo, nos será devuelto siete veces siete a lo largo de nuestra vida? ¿O es tan sencillo como que ya está escrito?
¡Piénsalo!
El Karma
Estoy convencida, lo sé, todo lo que me está ocurriendo es el Karma. No soy budista ni hinduista. Pero es una frase que utilizo mucho.
A mi entender, es el efecto de una acción que se ha realizado, es decir, si haces algo bueno, recibirás algo mejor, si es algo malo…
En mi caso, es lo peor.
Con total seguridad atraigo a los hombres por mi mirada, por el color de mis ojos. No es muy normal tenerlos violeta como Elisabeth Taylor.
Lo llaman Síndrome de Alejandría, una antigua creencia que nos atribuía poderes sobrenaturales o una gran longevidad. Es todo mucho más sencillo, depende de la melanina. En nuestro caso la cantidad de esta no se incrementa y el iris permanece con un tono azul grisáceo. Junto a esto, en los primeros años de vida aparecen pigmentos rojos en el ojo. La combinación de azul y rojo provoca que el iris se vea de color violeta.
Como es algo diferente al negro, azul o verde, pienso es uno de los motivos de mi indudable encanto.
Además, me dedico al mundo del espectáculo, soy cantante, actriz y presentadora de TV. Por esta justificación, también creo que tengo un gran poder de seducción. Por mi cama han pasado casados, solteros, grandes empresarios, hombres con títulos nobiliarios y demás, que me llenaron de lujos sin tener que pedírselo.
No me he considerado una persona enamoradiza. He estado con quien y como me ha apetecido, sin importarme las consecuencias ni los demás. Yo me lo pasaba bien, era feliz, disfrutaba de la vida. Eso, en verdad, era lo fundamental. Nunca fue cuestión ni de amor, lujos o dinero, solo una apuesta personal conmigo misma para ver cuantas conquistas podía conseguir.
Me miro en el espejo y no me reconozco. Nerviosa como una chiquilla mientras me arreglo para la siguiente cita que tengo con él. Esto debe ser lo que me habían contado que era el amor. Esa sensación de mariposas en el estómago, de tenerlo todo el día en la cabeza, esperando su próximo mensaje. Sí, supongo que a este tipo de sensaciones se refieren cuando estás enamorado.
Esta vez me había calado hondo. A mi entender era distinto a los demás. Esa pinta de chico malo que tanto nos atrae a las mujeres estaba acompañada de un halo de debilidad. Adoraba su manera de encogerse de hombros, y la timidez del cuándo no sabía bien ni qué decir ni qué hacer. Toda una sensibilidad masculina que nunca había visto en ningún hombre.
Ya estoy lista para salir. Solo queda esperar su mensaje, que me diga que viene de camino. Deseando que llegue a buscarme en su moto, una Triumph Trophy SE. Si lo pienso ni siquiera sé por qué se ha fijado en mí, no es igual que el resto. Miro una vez más el teléfono móvil para comprobar que no ha llegado nada mientras me echaba el perfume, un aroma refinado, que me transporta a los antiguos bailes con máscaras.
Así es como me siento, transportada, frenética, extraña en el mundo que me rodea. En definitiva, viviendo en un cuento de hadas y yo la princesa del castillo.
Suena el móvil. Dos veces, los mismos mensajes. No es él, es de un número desconocido. El primero una foto de mi chico vestido de novio besándose con otro. El segundo un texto: “Mi marido solo te está utilizando para llegar donde se propone, aún le da vergüenza salir del armario, aunque todo será cuestión de tiempo. Aléjate de él, puta zorra”.
Entonces comprendo que mi castillo era de naipes, y empiezo a llorar. Aquí y ahora es donde el karma me está devolviendo lo que me merezco.
La solución al juego la tienes clicando en la imagen
👇👇👇