«Guarda y no prestes; porfía y no apuestes«. Tengo la sensación que tarde o temprano cuando se reta se pierde, y no siempre tiene que ser dinero. En la vida hay mucho que perder, por ejemplo la dignidad. Tú, ¿observas o juegas?

RECUERDA: Si quieres saber cómo se juega no tienes más que pinchar en el banner.

La partida

Lo peor de las convenciones de trabajo es el trabajo. Lo mejor, es obvio, la convención. 

Una vez al mes, casi siempre el último viernes, por cortesía de mi empresa, puedo desaparecer de la aburrida, monótona  y perfecta vida a la que me tiene acostumbrado mi querida esposa. Y encima cobro un plus. Es más de lo que ella cree ya que un tanto por ciento lo recibo en negro, eso nunca llega a casa, me lo quedo para mis “pequeños caprichos”. 

Ese tipo de reuniones está bastante bien desde el punto de vista opuesto al profesional. Los trabajadores de diferentes empresas nos encontramos cada mes en un sitio distinto de la geografía para poder “discutir” sobre nuestros productos y “aprender” de la competencia.

 Tengo que admitir que muy pocos nos lo tomamos en serio.  Pienso que solo los novatos y los intensos, los demás somos verdaderos colegas que no seriamos capaces de putearnos los unos a los otros. 

No cabe duda que lo más interesante de estos congresos viene después, la desconocida partida de póker, en la que suelo apostar y ganar, esa pequeña parte del sueldo que ignora mi esposa. 

Este juego es una de mis pasiones. Llevo practicándolo desde la universidad. Lo definiría como una combinación de estrategia, intelecto, saber mentir y sobre todo observación y psicología. Tienes que conocer a la perfección a tu rival para poder vencerlo. Cada detalle puede ser importante, no solo lo que se dice de la típica cara de póker vale, no, todo alberga su relevancia. Por ejemplo, hay compañeros que tamborilean los dedos contra la mesa cuando tienen una buena mano o, por el contrario, los hay que se muerden las uñas porque guardan una mala racha y quieren que termine cuanto antes. Y ahí es donde entro yo, observador por naturaleza, el más mínimo detalle me puede servir, y así pasa, que siempre gano.

 Hasta hace seis meses…

 La partida estaba preparada a las 00:00 en la habitación del mismo compañero de siempre. Él no juega, se encarga de las cartas, las fichas, las bebidas, es decir, de todo y a cambio recibe una parte bastante sustanciosa por sus servicios. 

Nos indicó que iba a haber un nuevo jugador, se había enterado gracias a su predecesor en la empresa y quería participar. A mí en particular me da igual desplumar a cualquiera, siempre y cuando se atenga a las normas internas, discreción y anonimato, y pague con puntualidad. 

Admito, y creo que hablo por todos los allí presentes, que ninguno nos esperábamos a aquel jugador, o mejor dicho, jugadora. No lo digo por machismo, en las normas no escritas de nuestras reuniones nunca se especificó el sexo del jugador, tan solo que nunca ninguna mujer había querido participar. Así que cuando apareció ella, joven, risueña, independiente, inteligente, educada, con esa melena castaña recogida en una perfecta y peinada cola de caballo y con un vestido rojo con un escote de infarto, nos dejó a más de uno con la boca abierta. 

Desde aquel momento no he vuelto a ganar, ni un solo gesto, ni un tic, una mirada, nada. Su aspecto permanece impasible, conquistando mano tras mano una fortuna que antes era mía. Solo cuando termina la partida, recoge sus ganancias, su bolso, hace una reverencia, lanza un beso al aire y sale por la puerta, no sin antes mirarme con cierto disimulo y guiñarme un ojo. 

Ahora ya no me importa el dinero, que se embolse todo lo que quiera. El problema es que deseo que llegue la siguiente reunión para poder verla, porque desde ese día estoy apostando para conquistarla y ganaré cueste lo que cueste.

@yugm76

La solución al juego la tienes clicando en la imagen