Necesito azúcar

Hoy subí a casa de la vecina porque nos habíamos quedado sin azúcar para hacerte las magdalenas con las que desayunas.

Ya sé que esa mujer no te gusta porque no está muy bien de la cabeza, eso dicen los vecinos cuando la critican porque lo mismo cuando te cruzas con ella en el ascensor te echa un piropo que te pone cara de asco. Vecinos.

Fui a verla porque a las horas que me di cuenta que nos faltaba el azúcar no había otro vecino en el edificio.

La mujer me invitó a pasar y me ofreció un café. Me pareció una descortesía rechazar su propuesta. La verdad es que me dio pena, está mayor y tan sola.

Cuando nos mudamos a vivir a este edificio descubrimos que es la única que vive sola, si exceptuamos que comparte el piso con su gato. Te sorprenderías lo cuidado que tiene el apartamento, nada de oscuridades ni de cosas así que uno se imagina en las casas de las viejas. Bastante moderna la decoración, hasta para nosotros.

Se sentó a mi lado para darme charla mientras tomábamos el café. Apareció su gato y se subió encima de sus piernas, lo normal que hacen estos animales. Ella le acariciaba mientras hablaba pausada, y no, no me dio la impresión de que estuviera como un cencerro. Eso sí, tiene mucho tiempo libre porque se sabía nuestra vida de pe a pa.

Sabe a la hora que salimos a correr, a la hora que volvemos. Cómo te quedas en casa mientras yo estoy en el trabajo; el paseo que damos después de cenar; cómo no voy sin ti a ningún sitio, incluso que pasamos las vacaciones juntos.

Sinceramente, esa parte de la conversación no me gustó nada. Porque tú ya sabes que lo mal que llevo que me controlen, y mucho menos una vecina fisgona.

Cuando me harté de escuchar nuestra vida de su boca cogí el azúcar prestado, el café hacía rato me lo había terminado, y volví a casa para hacerte las magdalenas para tu desayuno. Mientras me despedía con toda la educación de la que fui capaz ya en el rellano de la escalera ella le dijo a su gato que lo llevaba en los brazos.

Coffe – supongo que se llama así al igual que tú por el color de su pelaje – este pobre vecino terminará como yo, viejo y sólo, pasa de los cuarenta y la única compañía que tiene es la de su perro. Cuando nadie le ve habla con él, como yo hago contigo; el resto de vecinos dicen, como de mí, que está loco.

Galiana

 

Acerca de Galiana

Escritora, creativa
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7 respuestas a Necesito azúcar

  1. antoncaes dijo:

    Los vecinos son todos unos cotillas. ¿Quién está cuerdo hoy día? Aquél que diga que no está loco es tonto de remate. 😉
    A disfrutar del finde y dejemos que cada cual haga su vida y nosotros mientras haremos magdalenas. 🙂

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  2. Lo que no inventen los vecinos,😅. Me gustó. Un saludo.

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