Cuando nadie me ve podría darme por tirarme en el sofá, poner la TV en esa cadena donde los reality se suceden uno tras otro sin solución de continuidad, y comer gominolas compulsivamente. No hago nada de eso porque no sé qué tiene mi sofá pero es tumbarme y se me cierran los ojos antes incluso de encontrar el mando de la tele.
Cuando nadie me ve podría beberme un gin-tonic tras otro sentada en la mesa mientras engullo chocolate. No, no bebo alcohol desde hace demasiado tiempo, me sienta fatal, me produce un dolor de cabeza espantoso y, lo que es peor, invita a los demonios que llevo dentro al festín de chocolate.
Cuando nadie me ve podría hacerme la manicura con calma, pintarme las uñas de rojo cuidadosamente como si se tratase de un ritual mientras imagino que mis manos son la envidia de cualquiera. No, no puedo hacerlo porque desde niña me como las uñas, mis dedos parecen muñones de lo deformados que están y siempre que puedo los escondo para no sentirme avergonzada.
Cuando nadie me ve me gusta subirme en los tacones de doce centímetros de aguja que tengo escondidos en el arcón a los pies de la cama como si de la joya de la corona se tratase. Podría una vez puestos caminar con ellos por el pasillo imaginando que soy una modelo de pasarela. No puedo hacer nada de eso, mi casa es un estudio tipo loft que carece de pasillo, de muros, pero a cambio tiene grandes ventanales con vistas preciosas a la ciudad.
Cuando nadie me ve me encantaría ponerme a cocinar como una loca mientras escucho música de los años ochenta con el volumen máximo del equipo, pero no hago ninguna de esas cosas. No cocino porque no sé freír un huevo y tampoco entra en mis asuntos pendientes aprender a hacerlo. Además, tampoco quiero escuchar música que me lleva a una época donde lo fui todo.
Cuando nadie me ve lo único a lo que me dedico es a tumbarme sobre la cama, sin quitarme la ropa. A pesar en cómo pudo ser mi vida y no fue. A lamentarme en voz alta por todo lo que perdí. En el momento que la cosa se pone muy tierna cierro los ojos y sueño con todo lo que pudiera hacerme llegar a ser feliz, aquellas cosas que no estoy dispuesta a contarle a nadie porque se quedan para cuando nadie me ve.
Galiana
¡Artista! Me quito el sombrero. Besazos 😘😘😘😘
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Gracias 😘 😘 😘 😘
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Con todo lo que puedes y no haces, con todo lo que eres y no quieres ser, cuando nadie te ve. Dejas entrever que eres la persona que no aparentas lo mismo que cuando te ven.
¿Pero sabes una cosa? Creó que todos tenemos un poco o un mucho de… Cuando nadie nos ve. Besos.
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Cuando nadie nos ve somos lo que nadie ve
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Jajaja. Y nunca mejor dicho. 😉
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Recuerda que los escritores jamás hablamos de nuestra vida, todo es ficción
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Somos unos mentirosos compulsivos
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Jajaja. Yo diría que tergiversamos la verdad. O decimos verdades a medias. Pero mentirosos no, 😉 Compusimos si que somos, por que escribimos por impulsos. 🙂
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Somos escritores y se nos está permitido todo
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Cuando nadie me ve, leo y releo todos tus libros y escrito que emanan de tu maravillosa imaginación.
Gracias.
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Te escondes para leer mis cosas?
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A veces sí.
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Mmmmm
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Este me ha gustado mucho, pero mucho…
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Hay que contar intimidades de vez en cuando
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Cuando nadie me ve sueño que soy otra persona que es igual delate y detrás de las miradas, pero no puedo por mis demonios me acompañan en silencio desde que tengo uso de razón.
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Saca tus demonios y entierralos en el jardín
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Cuando nadie te ve escribes gozos como este, para que te leamos cuando tú no nos ves…
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Me encanta que me leas cuando no puedo verte, pero me imagino leyéndote y eso dispara un poco mi mente
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Según lo asumamos, puede derivar en coreografía, sexo asexuado o frustración…
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Dejemos correr la imaginación
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Ah, cuando nadie me ve soy la que soy.
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Haces bien
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Haces muy bien
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Una delicia.
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Gracias
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Pingback: Cuando nadie me ve – Manuel Aguilar