Poco antes de que los domingos fueran amargos disfrutábamos de las victorias del Madrid y de las derrotas del Atleti, cada uno con los de nuestro bando, tomando cervezas en nuestro bar habitual.
Nos mirábamos sin mirarnos. Era preciso evitar, durante los noventa minutos que duraba la contienda deportiva, que quienes bebían y gritaban como posesos a nuestro lado defendido los colores de los suyos no supieran qué había entre nosotros.
Galiana