Los escritores solemos impartir talleres de escritura con cierta asiduidad. Entre tú y yo, esto de la literatura a duras penas da para pagar las facturas con lo que unos ingresos extras nunca vienen mal, pero que nada mal.
Estos talleres me han hecho descubrir las dudas existencialistas que mis alumnos tienen a la hora de crear un personaje. Algunos dejan que la trama sea quien decida las características del mismo; pero la mayoría se decanta por crear “fichas”.
Debo reconocer que la primera vez que alguien me preguntó sobre ellas no tenía ni idea de qué me estaba hablando, así que pregunté al resto de la clase si sabían que era. La sorpresa que me llevé fue mayúscula. Un porcentaje bastante elevado del alumnado me confesó que tenían un modelo de ficha para cada personaje donde en diversas casillas anotaban los datos del mismo.
Sentí una mezcla de curiosidad y desasosiego ante las dichosas “fichas”. Les pedí que me explicasen la cuestión con detenimiento. Supe que en las mismas anotaban el nombre o apodo del personaje, su estado civil, la edad, los estudios, la profesión, el género, el domicilio, si compartía la casa o no. Según iban diciendo sentía que los personajes que mis alumnos creaban formaban parte de un expediente burocrático, no de una narración, y los pelos se me ponían como escarpias.
Uno de ellos al observar mi cara de estupor no pudo sino preguntar si acaso yo no hacía lo mismo.
-Vaya por delante que con mi respuesta no pretendo sentar cátedra ni nada por el estilo.
En la vida hay que tener cierto orden, seguir unas reglas básicas, pero la creatividad es otra cosa. Es la anarquía personificada, si la encerramos en casillas resulta artificial, necesita libertad para poder ser ella misma.
Es cierto que en las narraciones corales utilizo lo que vosotros llamáis fichas, pero no como vosotros describís. Éstas son más para relacionar unos personajes con otros dentro de la trama. Por encima de si saber cómo se llama uno de los protagonistas puede ser o no relevante; de si su estatura aporta algo al lector; de si la situación sentimental es suprimible para el desarrollo del planteamiento; de si estudia, trabaja o se dedica a la vida contemplativa, porque nada de eso le va a dar credibilidad al personaje, hay algo que debemos tener en cuenta.
En la trama nadie puede quedarse descolgado. Todos tienen que estar relacionados de alguna manera con la trama, aportar algo al relato. Si podemos prescindir de uno de ellos tenemos un intruso en la historia que estamos narrando y debe ser eliminado.
A continuación, les pedí que hiciésemos un ejercicio en clase. Eso mismo te voy a pedir a ti. El reto consiste en tratar de suprimir un personaje y, en el caso que la trama se viera afectada, corregir la misma.
“Desde que puedo recordar he rehuido asistir a fiestas de cumpleaños, aniversarios y demás. Ver cómo los invitados devoran la comida como si llevaran una semana sin comer, cómo los adultos beben hasta que el alcohol les suelta la lengua, es insoportable. Cuando hace unos días Esteban, mi jefe, nos invitó a Juana, mi compañera, y a mí a una barbacoa en su casa para celebrar su cincuenta cumpleaños no di precisamente saltos de alegría. Negarme no me negué, no podía, ni tan siquiera cuando añadió que fuésemos con nuestras respectivas parejas.
Juana estaba encantada con la idea ya que le permitía lucir marido. Por un momento pensé que tal vez Miguel, su esposo, tuviera guardia en el hospital donde trabaja de enfermero. El tipo, las cuatro o cinco veces que le he visto en los seis años que llevo trabajando aquí, me ha parecido un tipo insulso, de ésos que parecen pedirle permiso a su mujer para hablar. Son una pareja donde a la legua se ve que ella es la que lleva los pantalones. Los motivos que tenía para cruzar los dedos esperando que el marido de Juana no pudiera ir tenían que ver con la obligación de ir acompañado.
Novia, lo que se dice novia, no puedo considerar a la mujer con la que llevo enredado en las últimas tres semanas. Es “la de turno”. Me durará hasta que se me pasen las ganas de llevarla a la cama y debo reconocer que la fase de encoñamiento la llevaremos hasta el final, dado que el sexo con ella supera con creces todas mis experiencias anteriores, y este tipo de cosas hay que disfrutarlas cuanto más mejor.
Al llegar a casa le comenté a “mi novia” que el sábado estábamos invitados a la dichosa celebración. Hizo lo que hacen la mayoría de las mujeres, preocuparse por tres cosas que para ellas parece ser son fundamentales: qué vestido tienen que llevar, si les caerá bien a mis compañeros, y el regalo a comprar.
Le dije que cualquier vestido le podía servir, la fiesta consistía en una barbacoa en el jardín para siete personas. Respecto de caer bien le dije que a Juana le iba a encantar, callé que lo haría por el mero hecho de tener alguien sobre quien cotillear en una temporada; que mi jefe ni se fijaría en ella porque estaría liado con la barbacoa; y en lo que respecta a su mujer, Elvira, todo el mundo le cae bien.
La mujer de mi jefe es de ésas que no ha hecho otra cosa que cuidar de su marido y de su hija. La hija tiene unos seis años menos que yo, la misma edad de “mi novia”, y estudia matemáticas en la universidad. La he visto cuatro veces en este último año. Si no fuera porque lleva unas gafas horrorosas y un aparato dental en la boca hasta le habría tirado los tejos. Solo que una es un “cerebrito” y la otra una “bomba sexual”.
El asunto del regalo no era problema porque Juana siempre se encarga de esos temas. Se pondrá de acuerdo con Elvira para que sea algo que mi jefe necesite. Las dos mujeres se conocen hace años, no son amigas, aunque se llevan bien.
Llegó el sábado de la barbacoa. Elvira nos recibió en la puerta del jardín. Juana y su marido hablaban al borde de la piscina con la hija de mi jefe. Se disculpó porque Esteban no estuviera allí, pero no había suficiente carbón para la barbacoa y había ido al centro comercial a comprarlo.
Saludados el resto de invitados, nos sirvieron una copa mientras esperábamos que mi jefe regresara.
El tiempo pasaba, Esteban no aparecía por allí. Elvira le llamaba una y otra vez al teléfono, él no contestaba. Ella estaba a punto de derrumbarse, Juana intentó animarla:
-Seguro que está conduciendo y no quiere coger la llamada, no te preocupes que pronto estará aquí.
Elvira fue a buscar a su hija al borde de la piscina. Juntas se reunieron con nosotros. La mujer de mi jefe pidió voluntarios para ayudarla en la cocina. “Mi novia” decidió acompañar a la madre y a la hija, Juana se quedó con Miguel y conmigo.
En cuanto el trío entró en la casa ella dijo:
– El jefe no va a aparecer.
– ¿Por qué dices eso? – le recriminó su marido.
– Le pasa lo que a todos los hombres cuando llegáis a esa edad, si lo sabré yo.
– ¿Qué nos pasa a los hombres cuando cumplimos cincuenta? – le pregunté curiosamente.
– Os pasa que lo que tenéis en casa ya no os vale. Si tienes pensamiento de casarte con la compañera de instituto de la hija del jefe que te vaya atando corto, sobre todo a determinada edad, si no quiere que venga una pelandusca y te meta en su cama.
-Juana, por el amor de Dios, Esteban nunca engañaría a Elvira -le replicó su marido.
-Tú tampoco eras de ésos y no creo que tenga que recordarte como me la “pegaste” con otra a los cincuenta.
Miguel agachó la cabeza, miró al suelo, y calló.
Un momento, que Juana había soltado muchas cosas que ignoraba y había que pensar en todo ello.
Para empezar, me asombró que Miguel se los hubiera puesto y que ella le hubiera perdonado; pero con lo que estaba alucinando es con que “mi novia” conocía a la hija de mi jefe.
Así que el cordial saludo que Elvira le había dispensado a “mi novia” al llegar no era por lo dulce y empalagosa que es; como tampoco era impostado el buen rollo entre las dos jóvenes.
Pensando en esto estaba cuando mi jefe apareció por el jardín. Traía la cara descompuesta. Llevaba contra su pecho, sujeto entre los brazos, y evitando que se cayera el contenido de la bolsa de carbón.
Nos estuvo contando que al salir del centro comercial le había hecho un control de alcoholemia, a pesar de no haber bebido se había puesto muy nervioso. Terminada la prueba, que salió negativa, condujo hasta la urbanización con el susto en el cuerpo. El teléfono sonaba insistentemente, al mirarlo se había distraído y casi atropella al vecino de dos casas más abajo que iba con su perro de paseo. Se había bajado del coche para pedir disculpas y el vecino le había azuzado el pastor alemán. Al llegar a casa y sacar la bolsa de carbón ésta se le había roto en la calle, como pudo lo había recogido todo.
Juana le dijo:
-Esteban, ahora te tomas un copazo, Miguel se pone con los preparativos de la barbacoa mientras éste te presenta a su novia. Alicia, creo que dijo que se llamaba Alicia.
Estaba a punto de confirmar que el nombre era ese cuando Elvira salió de la casa acompañada de su hija y de mi “novia”. Corrió hacia su marido, con la voz quebrada al verle en tan lastimoso estado, le dijo a punto de romper a llorar
-Cariño, amor ¿qué te ha sucedido?
Mi jefe miró a su mujer, a su hija, a mi “novia” … Justo antes de desplomarse al suelo se le cayó la bolsa de carbón de entre los brazos. Mientras Miguel le atendía del sincope todos pudimos escucharle un:
-Alicia, amor mío, ¿qué haces tú aquí?
Galiana
Todo personaje tiene que tener un «papel» claro en la narrativa. Si al prescindir de él, ésta no se resiente, o incluso gana en veracidad, ese sobraba. Creo que es importante ir elaborando una ficha: antes de comenzar el relato si la historia la tienes estructurado en la cabeza y durante el desarrollo.
En otro orden de cosas, hay una figura retórica, que desde mi punto de vista, es necesaria y muy seductora – de cara al lector- que es la prosopografía. Para aquellos personajes imprescindibles en la narrativa, interesa una descripción detallada y amplia que ofrezca una imagen precisa al lector.
Chapó Galiana
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Muchas gracias, Guillermo
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Me encanta tu escrito, como ya te he dicho algunas veces, tienes la narrativa perfecta para hacer un guión cinematográfico.
Deberías lanzarte a escribir un guión de película, de esas que son espectaculares.
Gracias.
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Muchas gracias
Todo se andará respecto del guión cinematográfico
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Lo de las fichas para personajes depende de si te encuadras entre los que llaman escritores de mapa o entre los escritores de brújula. De los que planifican todo o los que se dejan guiar por el impulso creativo. En mi opinión y como suele suceder en tantos ámbitos, probablemente lo ideal se encuentre en un punto intermedio, aunque el tipo de escrito que se enfrente exigirá usar más el mapa o la brújula. En un relato corto sobra el mapa, mientras que para una novela larga la brújula puede ser insuficiente.
Por lo demás, enhorabuena por el relato de hoy.
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Muchas gracias
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En mi opinión, muchos personajes matan la historia. Se empiezan a entremezclar relaciones y al final el ejercicio de lectura se convierte en un ejercicio de comprensión que te saca de la historia.
Este relato es muy bueno, como acostumbras a hacer 😊. No soy capaz de eliminar a ningún personaje, porque sin alguno de ellos no veo historia. La única pega que le veo es que te quedas con ganas de saber ¡si al final hay divorcio o no!
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Muchas gracias
El final, como de costumbre, lo decides tú
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Los personajes, independientemente de la idea que hayamos prefijado para ellos, evolucionan y cambian en el transcurso de la historia. Algunos, en el discurrir de la narración, se hacen prescindibles y otros crecen hasta un punto en el que copan un protagonismo casi absoluto. Soy partidario de desarrollar un simple boceto que más tarde se definirá, a veces de manera inesperada y sorpresiva. ¿Cómo afectaría la desaparición de alguno de ellos a la historia? Creo que igual que la desaparición de cualquier otro elemento narrativo que hayamos previsto. La historia sería diferente. Sería otra. Un saludo.
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Muchas gracias
Besote grande
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