Parece ser que llamado padre del milagro económico de este país durante el gobierno de Aznar, el de Rajoy se lo cargarán a Montoro a no tardar mucho, es el cerebro de los Golfos Apandadores.

Rato es el cabecilla de un entramado de empresas para defraudar a Hacienda como no se ha visto otro igual. Es lo que tiene conocer los intríngulis de cómo funciona el Estado por dentro, uno sabe dónde se encuentran las entradas secretas a los pasadizos y las usa lo que no está escrito para que pasen los cargamentos de contrabando, beneficiándose de ello.

De tal envergadura es el asunto que en el PP no paran de temblar, tanto que los vecinos de la calle Génova no hacen sino llamar a los sismólogos porque sienten terremotos constantes.

Moragas sabe que cuanto diga o no diga Rato, porque cómo le dé por tirar de la manta se lía la de San Quintín, va a afectar a la campaña electoral de las generales del PP. Poner sordina a este embrollo va a ser complicado, y lo de comprar al juez Antonio Serrano-Arnal no es planteable en un país donde el Presidente del Gobierno tiene que salir a los medios a proclamar que en España la separación de poder es real, una vez que se conoció la imputación de Mas por TSJC.

Volviendo al caso del Golfo Apandador que tiene en jaque al PP, y por esta vez no hablamos de Bárcenas, otro que tal baila en esto de corruptelas mil.

Rodrigo Rato tiene una larga lista de imputaciones en delitos. Según la Oficina Nacional de Investigación del Fraude, qué de trabajo le están dado algunos en los últimos tiempos, Rato empleó empresas pantalla para el cobro de comisiones por cerca de 2 millones de euros de empresas proveedoras de Bankia, los accionistas y los preferentistas de Caja Madrid no paran de hacer la ola con esta imputación.

El trinque de Bankia no debía darle para dejar propina en los bares de turno con lo que el que fuera Ministro de Economía necesitaba algo más de parné. Para conseguirlo no se le ocurrió otra cosa que defraudar a la Hacienda Pública con los cursos, congresos y conferencias que impartía a través de la empresa Arada, de la que su sobrina era la apoderada.

A Rato le servían de tapadera su sobrina, su secretaria de confianza y demás, también ha salido a la luz un par de testaferros que le ayudaban a ocultar todo lo afanado a través de toda una red de empresas tan sumamente tupida que ni el juez que investiga el caso es capaz de enumerarlas todas.

Ahora que hemos mentado a los testaferros, resulta que Rato percibía la cantidad mensual de 40.000 euros por asesorar verbalmente a su propia empresa, sobra decir que la imputación de delitos por blanqueo de capitales y fraude fiscal se la ha ganado gracias a su magnífica verborrea.

Las andanzas de Rato van a crucificar al PP el 20D, y Rajoy y los suyos lo saben.

Galiana