A ti que estás leyendo esto te solicito ayuda porque me encuentro ante un dilema de difícil solución, y sé que tú con tu experiencia podrás sacarme del lío en el que estoy metida.
Esta mañana estaba yo sentada ante el ordenador cuando entró, sin siquiera llamar a la puerta ni pedir permiso, mi personaje. Se sentó en el borde de la mesa para llamar mi atención. Viendo que le ignoraba, al continuar aporreando el teclado sin levantar la vista del mismo, se encendió un cigarrillo con lo que consiguió su objetivo ya que no hay nada que me moleste más que el olor del tabaco.
-¿Qué quieres?- le requerí en un tono nada amistoso.
Me expuso, entre bocanada y bocanada, una larga serie de reclamaciones acerca de su personalidad, e incluso pretendió que modificara parte de la trama que le había tocado en suerte.
Debo decir que algunas de sus demandas eran de sentido común por lo que, una vez escuchado sus argumentos, me avine a las mismas porque de no hacerlo el resultado final no pasaría de ser una serie de inconexas incoherencias que decepcionarían al lector del texto.
Resueltas esas reivindicaciones pasaré a exponerte la mayor de las discrepancias para que seas tú, con tus sabios consejos, quien me diga si debo o no ceder a sus pretensiones.
Mi personaje mientras me interpelaba, y en un acto de perfecta chulería, echó la colilla aún encendida dentro de mi taza de café pensando que con su acción me sacaría de mis casillas.
-No sé en qué estabas pensando al crearme, pero has olvidado darme un nombre, y es necesario que lo hagas.
-¿Un nombre? ¿Qué razones hay que lo justifiquen?
Entramos en un debate acerca de si era inexcusable o no hacerlo.
Mi personaje alegó en su defensa que el hecho de no llamarse Tirso, Bruno, Héctor o Alejandro -nombres pretenciosos para mi gusto- le hacía sentirse incompleto, sin identidad plena.
Para mí que se llame Juan, Luis, Miguel o Pancracio me es indiferente. El texto está narrado en primera persona, mi objetivo es que el lector se identifique con la acción hasta el punto que sienta que él es el protagonista de los hechos.
Debo decir que con mi argumento herí sobremanera el ego de mi personaje, más que nada porque eso de dejar que alguien le robe el protagonismo no lo lleva bien, nada bien.
Llegados a este punto y dado que entre él y yo no hemos sido capaces de llegar a un acuerdo, acudo a ti, mi lector, para que con tu experiencia me digas si debo o no ceder a su demanda.
Te expongo a continuación parte del texto donde se desarrolla la acción para que te sea más fácil otórganos a uno u otro la razón:
“Regresé de la cocina al dormitorio cuando todavía no había amanecido. Me apoyé sobre la cortina que cubría la ventana. La miré, estaba preciosa con apenas una sábana cubriendo su cuerpo.
Siempre me había parecido una mujer bella, porque realmente lo era. La más hermosa de cuantas han colgado de mi brazo, pero una lástima que solo fuera eso.
Mientras le doy la última bocanada al cigarrillo antes de abrir la ventana y echar la colilla a la calle, la observo detenidamente. Ella nunca pasó de ser un atractivo frasco que te atrapa con su envoltorio creándote la necesidad de abrirlo para embriagarte con su fragancia. La decepción que sientes cuando lo destapas te lleva a tener que tomar soluciones drásticas que aplaquen la frustración de sentirte estafado. Dentro no había nada.
Lo que se dice nada, nada, tampoco es del todo cierto. El reguero de sangre que cae de la cama al suelo indica que al menos eso si tenía”
Ahora que ya sabes el contexto, escoge un nombre para mi protagonista o decide sí tú eres el mismo.
Galiana
GalianayCía. 
Estoy atrapado en tu escrito y me siento protagonista ¿te importa?
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Me encanta que lo seas
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«… echarla a la calle»: ¿la mujer (aún no sabíamos que era cadáver) o… «la bocanada»? Creo que será la colilla: este no parece (un) ser muy cívico…
«… eso «sí» tenía.»
Le podrías llamar Edgar (novela negra, nombre internacional y pretencioso «lo justo»: en castellano ha de ser «Édgar»).
P.S.: me ofrezco como corrector de galeradas (… no, Galeano es muy feo), sin compromiso.
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Pensaremos en tu propuesta
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Necesitaría saber más del personaje. Si te gusta o no te gusta, si es buena persona o no lo es, en qué época vive. Pensé en un nombre latino, un tanto pretencioso, de esos quiero y no puedo que se ponen o les ponen: nombre de novela (no de telenovela), de alguien que quisiera ser alguien pero, en realidad, no es nadie.
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Mientras no le pongamos Santos Trinidad, o tal vez ese sea el ideal
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Pienso que todo personaje ha de tener un nombre, aunque los lectores jamás lo conozcamos. Pero la tarea de buscar nombre a un personaje me parece de las más complicadas. Nunca acierto a la primera, y al final no sé si es el uso el que «me» hace al nombre…, con lo cual toda mi teoría de la importancia del nombre se iría al garete. Así a bote pronto, elijo Julio, porque César me parece que no le pega, aunque el Julio hace referencia precisamente al César. Y ya paro con mis teorías 😉
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Le dejamos son nombre pues
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Julio César le ponemos?
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Julio a secas.
He estado mirando nombres de tiranos de la Historia pero queda muy obvio si se llama Nerón jajaja. Mejor Julio
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Nerón suena con poderío
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En ese caso, Atila 😉
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El rey de los Unos
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Quizás no merezca un nombre … ya es muy importante.
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Le dejamos sin nombre pues
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Mientras lo leía me he imaginado a un cubano con cara de matón llamado Gael. No sé, yo creo que este calor me afecta a las neuronas. O tal vez a las hormonas? ;-P
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Gael me gusta
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Muy bueno. Yo elegiría Hector
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Como el príncipe de Troya?
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No me gusta que los personajes tengan nombre. Prefiero ponérselos yo una vez me hago una opinión sobre ellos…
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Quizá por eso no les pongo nombre
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Los nombres simples y primitivos siempre cuadran en situaciones trágicas, de vida o muerte, de seducción o dominio. Y dado que hablamos de un personaje masculino, ¿por qué no llamarle Pedro? Tosco, duro, piedra, petreo, músculo áspero en estado puro 😉
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Pedro es un gran nombre
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Quizás Fulano o Zutano pueden ser una opción. Cuando llegue el inspector García, comisario jefe de homicidios, a la escena del crimen, en la próxima entrega, será la forma de referirse al susodicho o, quizás no.
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Llamaremos al comisario García
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No creo que necesite nombre. Siendo el lector el que se mete en el papel, como me ha pasado, el protagonista podrá tener muchos nombres, según quien lo lea. Será Pedro, Carlos o Sergi, según el momento. Son sus acciones las que definen al personaje, no su nombre, así que en mi opinión mejor no ponerle un nombre concreto.
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Entonces sin nombre
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Buena historia que me ha impresionado, la verdad. Bien, dicho esto, aclaro que yo sí le pondría un nombre, y un nombre estúpido, como el protagonista. Que quedara bien claro que ese personaje, y no otro, era el que, realmente, no valía absolutamente nada. 🙂
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Muchas gracias
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Confieso que he escrito un montón de relatos breves cuyos personajes no tenían nombre y, en muchos casos, siquiera sexo. Así el lector puede acomodar la historia a lo que le venga a la cabeza, cada lector se inspira en sus experiencias para dar forma a «la solución final». Precioso post!
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Muchas gracias
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Muchas gracias.
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Stephen King escribió un maravilloso relato titulado «La mitad oscura» sobre personajes de novela que cobran vida y tratan de influir y hasta eliminar al escritor. La parte oscura que todos los que escribimos tenemos. Esa parte oscura que en realidad somos nosotros mismos cuando decidimos dar vida a los protagonistas de las novelas. Lo que somos, lo que querríamos ser, lo que nunca seremos.
Un abrazo, Galiana. Como siempre, un placer inmenso leerte.
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Tendremos que ahondar en el tema personajes escritor
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