En este país a todos nos gusta llamar la atención pero tenemos un defecto, en lugar de destacar por nuestro trabajo y nuestro buen hacer en el puesto que ocupamos nos da por meternos en jardines ajenos y que salga el sol por Antequera.
Estamos acostumbrados a que en el Gobierno sus distintos miembros se disputen el título de Bufón Mayor del Reino y, cuando todos dábamos por hecho que el premio se lo llevarían Wert o Gallardón, algunos otros segundones deciden abrir su boquita de piñón para demostrarnos que están ahí.
En este escenario tan idílico el Ministro del Interior, que pasará a la historia sin que nadie recuerde su nombre, ha decidido dar un paso al frente y apuntarse a esto de ver quién dice la gilipollez más grande.
Fernández Díaz, que para quien no lo recuerde así se llama el Ministro de Interior, no tiene claro qué puede y no hacer o decir como sujeto particular o como Ministro. Como individuo anónimo, el acodarse en la barra de un bar con los amigos y espetar “El matrimonio gay no garantiza la pervivencia de la especie” no pasaría de ser un chiste de mal gusto fruto de alguna otra cerveza de más, que hasta podría ser perdonable. Ahora bien, que Fernández Díaz, en calidad de Ministro del Interior pronuncie estas palabras en un coloquio sobre “Religión y espacio público” en la Embajada de España ante la Santa Sede de Roma nos parece tan incalificable, tan fuera de lugar, tan extraordinariamente vomitivo, que la sola idea de pensar que en este país aún tenemos una sociedad casposa, intolerante y arcaica nos produce una irritación descomunal.
Como no queremos pensar que en este país existe ese tipo de sociedad, ni somos capaces de asumir que tenemos individuos de esa catadura moral, preferimos pensar que estas declaraciones tan desafortunadas del Ministro del Interior le han sido susurradas al oído porque a alguien desde el Gobierno se le ha ocurrido que cualquier cosa vale para montar la marimorena y con ello tapar el escándalo de Bárcenas, sus papeles y los sobres que parieron a todo esto. Si esto fuera verdad no nos quedaría otra que reconocer que al Gobierno se le ha ido la pinza por completo y con alguien que haya perdido los papeles, los de Bárcenas nos referimos, ya tenemos suficiente y no necesitamos más imitadores gansteriles de corte gubernamental.
No entendemos todavía por qué Fernández Díaz, tan devoto él de la Virgen que toque, al estilo Fátima Báñez, se ha prestado a perder el poco sentido del decoro que pudiera tener para tapar los agujeros que ha hecho Bárcenas, cuando el Gobierno tenía una tapadera mucho más convincente y conveniente para orear como es la operación de hernia discal del Jefe del Estado.
Todo esto le pasa al Gobierno porque el caso Bárcenas se le ha ido de las manos y lo que debería ir pensando es en cómo convencer al 80% de sus votantes de que el ex-Tesorero no les tiene cogidos por sus partes.
Si las palabras del Ministro del Interior contra el matrimonio gay son producto del acojone del Gobierno, por una vez y sin que sirva de precedente vamos a estar de acuerdo con Rubalcaba en esto de pedir la dimisión de Rajoy, porque no se pueden hacer tantas cosas tan mal hechas y en tan poco tiempo y encima pretender mirar para otro lado como si la cosa no fuera con nosotros.
Una vez confirmada la infinita “tolerancia” de nuestro Ministro del Interior, lo dejamos por hoy porque nuestra indignación va en aumento y puede que terminemos diciendo algún que otro improperio y no estamos por la labor de calzarnos ese gorro.
Galiana
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