La corrupción nuestra de cada día

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En este país la corrupción campea a sus anchas en la política, la economía, el deporte y se está convirtiendo a pasos agigantados en el distintivo de España por encima de los toros y los trajes de faralaes.

Los documentos de Bárcenas están poniendo en jaque demasiadas cosas y lo que no terminamos de entender es cómo el Ex-Tesorero espera la friolera de casi una semana para acudir a un medio de comunicación, de dudosa imparcialidad, para desmentir la autoría de los mismos.

Podríamos pensar que Bárcenas tiene un plan magníficamente orquestado y una vez lanzada la bomba tocaba esperar que la cúpula del PP moviera ficha para dar el siguiente paso. Quedarnos con un pensamiento tan simplista nos convertiría en cómplices de toda esta opereta de medio pelo, y sencillamente no es nuestra intención.

Por encima de que los documentos sean o no autenticos, cosa que deberían dilucidar los Tribunales de Justicia, la honorabilidad de este Gobierno al haberse volatilizado nos deja en una situación más que comprometida a todos, no solo al Ejecutivo y a su partido.

Cierto que antes del escándalo de Bárcenas Rajoy como Presidente desprendía cierto tufo a muerto, y que con todo esto sobre la mesa del despacho tiene su certificado de defunción. Partiendo de esta premisa juguemos en lugar de a la demagogia a elaborar teorías conspiranoicas de esas que tanto nos gustan.

En el PP nunca han sabido cómo afrontar las crisis internas, el resto de formaciones políticas tampoco, pero cuando uno está en el Gobierno la cosa se complica y mucho. No es tiempo de buscar culpables, que también, sino de solucionar esta grave crisis institucional y para ello conviene hacer valoración de daños y ver qué posibilidades de salir indemnes de todo esto se tiene.

Con Rajoy difunto podría parecer que las culpas están expiadas, pero ahora viene la segunda parte que es la más interesante. En el caso que el Presidente del Gobierno presentara la dimisión por falta de credibilidad, lo cual no es moco de pavo, nos retrotraeríamos a la situación creada con Adolfo Suárez que abandonó el Ejecutivo nombrando como sucesor a Calvo-Sotelo.

Abrazando esta teoría, que a ojos del mundo nos haría parecer un país con un mínimo de principios, toca buscar un candidato. Evidentemente no puede ser ninguno de los tocados por la varita de Bárcenas y sus papeles, con lo cual nos quedan Gallardón y Aguirre.

Las papeletas que tiene el Ministro de Interior para que su partido le proponga para tan alta distinción son muchas, sobre todo avaladas por el hecho de haber dejado de ser un verso suelto, pero su enfrentamiento con la Judicatura en un momento tan complicado le resta demasiado puntos.

A la lideresa no le dolerían prendas postularse para el cargo y, aunque algún que otro asuntillo raro lleva en su mochila, el gran enfado que tienen los madrileños por la privatización de la Sanidad se lo han endosado a Ignacio González, que siempre ha sido su más perro y fiel guardián.

Conspiraciones y demagogias que para poco sirven, lo que de verdad importa es que al Gobierno le han pillado “de marrón” una vez más y, como de costumbre, los ciudadanos pagaremos por ello.

 

Galiana

Acerca de Galiana

Escritora, creativa
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