Ella se pasea por el apartamento con el minúsculo bikini para que yo le ponga la crema protectora antes de bajar.
Juntos recorremos la orilla. Ella necesita que otros la admiren. Cree que mi ego se va inflando por las miradas, no tan indiscretas, del resto de los hombres.
Mientras ella está distraída pensando en que aún se siente atractiva, no se da cuenta que mis ojos se van detrás de alguno al que yo también pueda llamar su atención.
No hay nada como un buen baño solitario para apaciguar el deseo desbordado de un agradable paseo matutino por la playa.
Galiana