Su madre se volvió a casar siendo ella una adolescente. Nunca le gustó el marido de mamá aunque le sonreía por aquello de mantener la cordialidad el poco tiempo que pasaba en la casa materna puesto que vivía con su padre.
La muerte repentina de éste lo cambió todo.
Se vio obligada a fingir amabilidad hacia un hombre que por alguna extraña razón le causaba repugnancia. Se juró que lo haría por su madre, y porque la concordia reinara en aquella casa por lo menos los fines de semana alternos.
La vida le dio un nuevo golpe.
Su madre falleció en un desgraciado accidente de tráfico. Ella conducía siendo menor de edad y sin el pertinente permiso de circulación. Entre ambos pactaron que él afirmaría ser quien conducía mientras ella iba dormida en la parte trasera. La policía tuvo sus dudas incluso de que fuera compartiendo vehículo con ellas, pero nunca pudieron demostrar lo contrario.
A ella le quedaban unos meses para alcanzar la mayoría de edad y decidió seguir viviendo con él.
Tres días después de que ella cumpliera los diecinueve él sufrió un infarto en el salón de la casa que compartían. Se apresuró a ordenar la incineración del cadáver incluso antes que viniera la familia más cercana que residía a unos cientos de kilómetros. En el testamento, firmado un mes antes, ella aparecía como heredera universal de todos sus bienes, sin familiares directos nadie dijo nada y nada se investigó.
Ella, por fin, dejó de fingir sonrisas y complicidades con el marido de mamá.
Galiana


Vaya con la niña, hay que tener cuidado con quien te juegas los cuartos. 😉
Me gustaMe gusta
Los hijos no eligen al marido de sus madres
😉😉😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
Eso es cierto.
Me gustaMe gusta