Relatos musicales de @yugm76, noviembre 2025: «Sin movimientos bruscos»

Desde la primera vez que nuestras miradas se cruzaron, supe que todo cambiaría. Su manera lenta y deliberada de conquistarme me atrapaba en un universo de deseos profundos y conexión auténtica. En un mundo de relaciones fugaces, él me enseñó el verdadero significado del amor y de la pasión

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Sin movimientos bruscos

El primer encuentro ocurrió en la biblioteca de la universidad. Estaba absorta en un libro cuando sentí una presencia a mi lado. Levanté la vista y ahí se hallaba él, con una expresión de calma y curiosidad. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos y sentí una chispa inmediata, una conexión que me dejó sin aliento. No era la primera vez que lo veía. Había estado presente en varios lugares donde solía ir: el parque donde corría por las mañanas, la cafetería en la que me refugiaba para escribir, e incluso en la tienda de discos donde pasaba horas buscando vinilos antiguos.

Desde entonces, su figura apareció varias veces en mi vida, como un personaje de un sueño recurrente. Cada vez que lo veía, nuestros encuentros eran breves, pero cargados de una intensidad que me desconcertaba. Me observaba con una mezcla de admiración y deseo, y yo no podía evitar sentirme atraída hacia él. Su presencia era magnética, y aunque apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras, sentía que existía algo profundo entre nosotros.

Un día, en la misma cafetería donde lo vi por primera vez, se sentó en mi mesa. Su voz era suave, pero firme. —Hola, ¿puedo acompañarte?— Asentí, intentando ocultar mi nerviosismo. Su proximidad me afectaba de una manera que no podía explicar. Nos sumergimos en una conversación ligera, pero cada palabra suya parecía cargada de un significado oculto.

Él era un enigma. No se apresuraba, no intentaba impresionar. En cambio, prefería tomarse su tiempo, conocerme poco a poco. Esto me desconcertaba. En una era donde las relaciones parecían ser rápidas y superficiales, su enfoque era de otro tiempo, casi anticuado. Me sentía atraída por su misterio, pero también frustrada. Quería más, deseaba notar sus manos en mi piel, sus labios en los míos. Sin embargo, él seguía manteniendo una distancia respetuosa, disfrutando del momento sin apresurarse.

Las semanas pasaron y cada encuentro era una danza lenta de seducción. Caminábamos juntos por el parque, compartíamos risas en la tienda de discos y discutíamos sobre libros en la biblioteca. La atracción física era innegable. Cada vez que me tocaba, incluso de manera accidental, un fuego se encendía dentro de mí. Mis pensamientos se llenaban de fantasías sobre nosotros dos y me costaba entender por qué no dábamos el siguiente paso.

Una noche, después de una cena muy romántica, no pude contener más mi curiosidad. — ¿Por qué vamos tan despacio?— le pregunté, mi voz cargada de deseo y frustración. —Quiero estar contigo, ahora.

Él me miró con esos ojos profundos que parecían leer mi alma. —Porque esto no se trata solo del deseo físico, —respondió con una calma que me desarmó. —Quiero conocerte en todos los niveles. Quiero que cada momento juntos sea significativo, que cada caricia, cada beso, se sienta como algo especial.

Sus palabras me asombraron, pero también aumentaron mi deseo.

Meses después, nos dirigimos a su apartamento, donde había preparado una cena romántica. La velada había sido perfecta, cada detalle cuidadosamente planeado. El ambiente estaba cargado de una anticipación palpable. Nos miramos, conscientes de que este momento era inevitable.

Nos besamos, y fue como si todo el tiempo que habíamos pasado construyendo esta relación culminara en ese instante. Cada caricia fue un descubrimiento, cada beso una promesa cumplida. Nos dejamos llevar por la pasión que habíamos estado conteniendo durante tanto tiempo. Nos entregamos el uno al otro en un torbellino de emociones y sensaciones, explorando cada rincón de nuestros cuerpos con un fervor que solo la espera puede intensificar.

Finalmente, cuando la calma volvió a nosotros, él me miró con una mezcla de ternura y certeza: — No sé cuánto durará lo nuestro, —dijo, acariciando suavemente mi mejilla. —Si será eterno o efímero, pero lo que sí sé es que el recuerdo de este encuentro quedará guardado en nuestra alma, en nuestra mente y en nuestro corazón para siempre.—

En ese momento, entendí por qué había ido tan despacio. Este amor, esta conexión, era algo que valía la pena saborear, algo que perduraría más allá del tiempo que tuviéramos juntos. Y así, mientras descansábamos en la tranquilidad de su hogar, supe que cada instante con él era un tesoro que guardaría para siempre.

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@yugm76

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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