‘Pa’ habernos ‘matao’ por @VictorFCorreas, serial sobre el duque de Alba, incluye el podcast de @ivoox: «La ascendencia»

Capítulo 10: La ascendencia

Pasito a pasito, suave suavecito, como canta Daddy Yankee en Despacito, la canción que ha hecho de oro —de plata y de bronce— a Luis Alfonso Rodríguez López-Cepero, más conocido como Luis Fonsi —o más, que tampoco es que antes de ella estuviera descalzo—, Fernando Álvarez de Toledo fue ganando ascendencia sobre el emperador Carlos V. O, si no es ascendencia, llamémoslo constante acceso a él. Que era decirle oiga vuestra sacra cesárea católica real majestad, que tal y cual, y Carlos contestarle que para adelante o para atrás. O hacerlo sin más. Que no es poco.

En palabras de Diego López de Zúñiga y Velasco, conde de Nieva —señor de mi pueblo, Valverde de la Vera, Cáceres, para vuestra información—, que recoge William Maltby en su biografía sobre el duque de Alba, «el duque participa continuamente en los consejos y el emperador le trata muy bien». Blanco y en botella, se lo estaba currando de lo lindo para establecer una relación estrecha con el emperador que perduraría hasta el final de los días de Carlos I de España y V de Alemania. Incluso, como explica Maltby, aquello fue «una personal fidelidad que trascendió incluso a la tumba». Claro que, como bien dice el profesor emérito de la Universidad de Missouri: «Hasta qué punto era correspondido es cuestión que queda abierta a dudas, pues Carlos era demasiado receloso para permitirse favoritismo alguno, pero era cada vez más evidente que la compañía de Alba le agradaba y que, al menos dentro de ciertos límites muy definidos, el emperador estaba empezando a escuchar los consejos del duque».

¿Sorprende? Pseee… Por edad, eran coetáneos, pues se llevaban siete años (Carlos era el mayor), y de sentimiento religioso caminaban por la misma linde. A esto hay que añadir que ambos poseían una firmeza de propósito —o sea, eran granito puro— que concluía en una “espontánea” —así lo dice Maltby— coincidencia en la mayoría de las cuestiones. Además, eran serios y reservados. Que se llevaban bien, vamos.

Unamos a todo lo anterior que Carlos no era ese Vesubio llevándose por delante Pompeya, Herculano y Estabia en el año 79 después de Cristo que sí era el duque, pero pronto comprendió que un carácter así no se podía desaprovechar. En consecuencia, y volviendo a Maltby, «la relación parece haber estado libre de tensiones o de rencores por ambas partes». En cambio con el hijo… Pero eso es harina de otro costal.

En resumidas cuentas, no fueron amigos como estamos acostumbrados en nuestra época. Lo cual es comprensible en un mundo como el del siglo XVI, pues coincidían en su común visión de un mundo jerarquizado —la jerarquía era lo que era— y del papel del emperador en él —lo más—. Como para andarse con tonterías. Sin embargo, lo que sí queda claro es que se puede decir que fueron estos años los que constituyeron los cimientos sobre los que se basó la relación tan estrecha que mantendrían en los venideros. 

@VictorFCorreas

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