Cuando escribí el libro «Quiéreme, o no«, mi padre me dijo que tenía 35 relatos sobre mujeres y ninguno sobre hombres; debía compensarlo de alguna manera.
Si brujuleas en estas citas marteriles puedes encontrar relatos protagonizados por hombres a cascoporro.
Sucede que tengo la sensación de deberle un texto a mi padre, así que, papá, allá voy.
Hombres
Un hombre desnudo es solo eso, un hombre desnudo. Su desnudez no significa que no lleve ropa alguna; seguro que conoces a más de uno, de dos y de tres que lleva un traje de esos a medida y deja a la vista sus deseos, anhelos, inquietudes, pensamientos, ya sean puros o no, añoranzas, dudas, quimeras, traiciones, miserias, templanzas, mezquindades… porque los hay que son tan transparentes que lo enseñan todo, todo lo que han hecho y, como en Minority Report, lo que están a punto de cometer.
Hay algunos hombres que van vestidos de pies a cabeza y, sin embargo, por mucho que se tapen no hay tela suficiente para cubrir sus vergüenzas, desvergüenzas o sinvergonzonerías, que el personal vaya averiguando qué significan estas tres palabras.
Un hombre tal y como su santa le trajo al mundo, en pelota picada que dicen algunos, nos puede parecer atractivo, pasional, discreto, triste, un pan ni sal; de todo hay en la viña del Señor. Todos y cada uno de ellos tienen su aquel. Ahora bien, hay una situación en la que convendremos en estar en común acuerdo: tenga la edad que tenga, el cuerpo escándalo o no que porte, al borde de la cama, cuando mira con ojos golositos, si se queda con los calcetines puestos es de lo más ridículo que existe y entran unas ganas de dejarlo ahí plantado y salir corriendo que para qué.
Mi madre decía que los hombres desnudos eran todos iguales, que se volvían más interesantes vestidos. ¡No sé yo!
Hombres vestidos o desnudos tenemos a tutiplén; son la mitad de la población. Esta cuestión no debemos perderla de vista.
Los hay que se dejan liar por la primera que les pone ojitos porque lo que quieren es una mujer que les haga casito; ya están demasiado mayores para ir con mami del brazo. Los que prefieren una buena dominatrix, que de ser los amos de la pista de puertas para afuera, están más que hartos; es muy cansado ir de machoman full time. Algunos van de bocazas y se la suelen partir más de una vez; en asuntos de pareja, mejor ser discretos. Hoy en día presumir de con quién se encama uno está desfasado, si es que alguna vez estuvo de moda.
Tenemos hombres que viven en las nubes; en algún sitio tienen que hacerlo, tener los pies en la tierra no saben ni cómo se come. Los hay pasmados, de esos que son tan palominos atontados que dan hasta pena, pero que desde aquí hay que reivindicar su existencia, que también tienen su aquel; de los que no hablan por no molestar y de los que gritan a todas horas; gruñones en plan pitufo gruñón tan monos ellos; esquivos, retrógrados, masoquistas, cachopanes, puñeteros, estúpidos, elegantes, soberbios, socarrones, valientes…
Hombres enamorados hasta las trancas de mujeres los hay en todas partes, y conviven junto a aquellos que son incapaces de tener sentimientos por nada ni por nadie. Los hay que van de machotes por la vida porque toca, es lo que han aprendido o sencillamente porque no saben ir de otra cosa; otros… otros ni siquiera saben de qué van porque son tan insignificantes que la nada es demasiado para ellos.
Hombres, sólo hombres, al natural, sin recovecos; hombres complicados, sencillos, expectantes, misteriosos, apabullantes, inteligentes, dominantes, menguantes, poderosos, beligerantes, cobardes, inquietantes, sin aditivos ni excitantes.
Simples hombres, que no es lo mismo que hombres simples.
Si eres hombre y has leído esto, quizá estés en alguno de los citados, y si no, no pasa nada; hombres hay como flores, colores y sabores. Si eres mujer, prueba a echar un ojo al que tienes cerca; tal vez le reconozcas en alguno de los mencionados y, si no está, añádelo. Cuanto más seamos, mucho mejor; en esta vida estamos para conocer gente, echarnos unas risas y pasar un rato agradable.
Galiana













