Una cita con los lectores de @GalianaRgm: «Tu viaje»

Es 14 de enero de 2025 y esto es «Tu viaje», el tuyo.

Cuanto leas de aquí en adelante son las modificaciones que los diferentes lectores han realizado al relato «El viaje» publicado durante el pasado mes de diciembre.

Miles de gracias a todos los que habéis colaborado.

Aquí os voy poniendo el nombre y «Tu viaje», el de cada uno de vosotros.


Mario de Madrid

Manuel Sanchís miró al inspector desafiante y con altivez le contestó dando un golpe sobre la mesa: —Nada de lo que digan esas dos zorras podrán probarlo jamás. Pero notando la mirada intensa del inspector, Manuel cambió de táctica, con una sonrisa seductora, se inclinó hacia adelante, su voz era ahora suave y persuasiva. 

—¿Realmente quieres encerrarme, inspector? —dijo, su mirada cargada de promesas—. Puedo ser muy… agradecido.

Ante el seductor Manuel la resistencia del inspector se desmoronó, cayendo bajo su hechizo, dispuesto a cualquier cosa por mantener a aquel hombre fuera de la cárcel. El policía supo que acababa de convertirse en su esclavo sexual. No sólo le facilitaría quedar libre sino cualquier otra cosa que le ordenase.


Sonia: Dada la poca diferencia de edad entre la mujer y el hijastro, yo les liaría; ambos se fugan y quitaría toda la parte de los malos tratos.


Valle desde Toledo nos ha enviado este relato alternativo:

El viaje de de Valle

Aquel día, antes del viaje, mandó un Whatsapp y ultimó con él  verse en la boca de metro y de allí partir… no sin antes hacer sufrir a su marido el calvario que le había hecho pasar.

 El trato que recibía era vejatorio, la repetía continuamente  “¿Dónde vas a ir tú que más valgas?”, era una amenaza continúa. Le daba igual si estaba su hijo delante para insultarla, al revés, más se crecía.

El hijo no se parecía en nada al padre, él la defendía y la consolaba. Cuando Manuel se marchaba de la casa, siempre tenía con ella un gesto amable, una palabra amiga… era tal la comprensión que en muchas ocasiones se quedaba con ella en lugar de salir con sus amigos  para consolarla. Otras veces no salía hasta que el indeseable de su padre salía por la puerta. Manuel pocas veces dormía en casa o llegaba muy tarde. Pero no siempre estaba presente y el daño que sufría la mujer era inevitable. En alguna ocasión llegaba y la veía tan desvalida  y llorosa que, sin quitarse el abrigo, se lanzaba rápido de forma cuidadosa para abrazarla. Ella sentía paz entre sus brazos, se sentía a salvo. Su relación se fue afianzando y era habitual entre ellos terminar el día tomando una infusión mientras hablaban de sus cosas. Manuel era muy posesivo pero le dejaba salir si iba con su vástago.

Temiendo por su vida, llama a su padre. Le cuenta su calvario y le pide el número de su notario para hacer testamento y dejar todo, en caso de muerte, a la asociación contra la leucemia que lleva el nombre de su madre. Su padre sabe su plan de huida y le parece bien, pero no ve con buenos ojos con quién va a empezar ese camino. Su padre fallece tiempo después, aquejado del corazón. En ese tiempo de duelo, es otra vez el hijo de Manuel en quién se apoya, aumentando así la complicidad entre ellos.

El día del viaje, Manuel no da importancia a no ver a su esposa cuando baja a la calle, para él era insignificante. Le dio igual y volvió a casa teniendo la certeza que regresaría… Hacía tiempo que no tenían noticias de su cuñada, pero en ese momento llama y pregunta por su hermana. Por ese motivo tiene que montar el numerito de marido preocupado y asistir a la policía para dar explicaciones a la familia…

Al llegar, lo hace de forma cabizbaja, haciendo el papel de su vida, implorando al inspector Ojeda, que fue quién le atendió en la primera instancia, que por favor la encontrasen. El inspector, viejo lobo de mar, notó el teatro, pero siguió el protocolo que hacen con los desaparecidos. Cuando la inspectora Hernández preguntó cómo iba vestida, no se acordaba bien, de ahí la sospecha de su despreocupación, de ahí la desconfianza de la inspectora.

La investigación siguió su curso y el inspector Ojeda da con su paradero. Al revisar una cámara que había en la calle, ven la matrícula del coche en el que se marcha. Fue desolador escuchar el testimonio de ella, cuando la vieron  temblar cada vez que recordaba cada insulto quela propinaba, cuando asentía al mencionar cada agresión, tuvo que contar como saca fuerzas de flaqueza y en casa hace avances a escondidas para poder volver andar sin las muletas, la rehabilitación que la hacían no era suficiente y a ella cada día le urgía valerse por sí misma para marcharse rápidamente como hizo el día anterior.

Pide tiempo a los inspectores para reponerse. No ha acudido sola, le acompaña su abogado para iniciar los trámites del divorcio. Se marcha al baño, se refresca, aunque iba nerviosa su aspecto era mejor que en días anteriores. Serena, se pinta como si fuera a ir a una fiesta y se pone los tacones para hacer la entrada triunfal cuando la viese Manuel.

Avisaron al “afligido” marido, que llegó oliendo a tabaco y Chanel, la cara de sarcasmo del inspector era de película, no menos que la que se le quedó a Manuel al verla entrar, vestida de forma juvenil y pisando fuerte con unos tacones altos. Entró mirándole de soslayo acompañada de su abogado que habló por ella y le comunicó la demanda de divorcio.

No le dejó hablar a Manuel, había esperado mucho tiempo para decirle -Esto se acaba aquí, no voy a estar nunca más cerca de ti ni en tu presencia, eres un miserable, lo saben todo…

Una vez aclarado todo, se marchó. Abajo estaba esperándola su joven hijastro, con el que había empezado una loca pasión. Tan sólo se llevaban quince años de diferencia de edad. Antes de montar en el coche se volvió, y de forma frívola le tiró un beso, sabía que se había quedado mirándola por la ventana. Su, hasta entonces, marido no asimilaba tal revés de la vida.

Volvía a recuperar su amor propio, y también la relación con su hermana. Empezarían el viaje con una comida familiar y llevándose de su ex marido lo mejor: su hijo.

Él había visto lo crápula que era su padre y era consciente de cuales habían sido los motivos por los que ella actuaba así.

El viaje empezó cuando arrancó el coche y dejó atrás su pasado.


Jaime de Badajoz

Manuel Sanchís miró al inspector desafiante y con altivez le contestó dando un golpe sobre la mesa: —Nada de lo que digan esas dos zorras podrán probarlo jamás. Pero su chulería desapareció al abrirse la puerta de la sala y entró su esposa, sonriendo triunfantemente con su muleta seguida por su hijo y su cuñada.

Su esposa entregó al inspector un pendrive donde había recopilado pruebas como vídeos de cámaras de seguridad, mensajes, grabaciones… Sanchís iba a enfrentarse a cargos por maltrato.

Manuel se había quedado en silencio. Su hijo le miró lleno de desprecio. Dos policías llevaron a Manuel fuera, hacia una celda, mientras su familia observaba, aliviada, el inicio de su recuperación. Era la hora de la justicia.


Pili de León 

Manuel Sanchís dio un golpe sobre la mesa: —Nada de lo que digan esas dos zorras podrán probarlo jamás…

Aquí dejo mi final, ya que no creo que las pruebas sean sólidas, solo circunstanciales 

“El inspector Ojeda, con una mirada de frustración, se levantó de la mesa sabiendo que sin pruebas concretas, su caso era débil. «Queda libre, por ahora» masculló entre dientes, mientras Manuel, con gesto soberbio, se levantaba yéndose de la sala, dejando atrás una investigación inconclusa.”


Íñigo de Huesca

Manuel Sanchís miró al inspector desafiante y con altivez le contestó dando un golpe sobre la mesa: —Nada de lo que digan esas dos zorras podrán probarlo jamás. 

En ese instante entró un agente con una carpeta que mostró al inspector Ojeda, este demudó el rostro. 

El inspector le mostró evidencias de que las mujeres, las ‘zorras’, realmente lo eran; habían manipulado pruebas y testigos para incriminar a Manuel. Acto seguido la puerta de la sala se volvió a abrir. 

Dos agentes entraron, traían esposadas a su mujer y a su ex, mientras Manuel, atónito y libre, veía cómo su vida daba un giro inesperado.


Alicia 

Manuel Sanchís miró al inspector desafiante como si tuviera un as bajo la manga. Luego, con sonrisa astuta, sacó un sobre de su gabardina.

—Mire esto, inspector —dijo, mostrando varias fotos que revelaban una relación secreta entre su esposa y su exmujer—. No hay desaparición. Se han fugado juntas. –El inspector examinó las pruebas, su expresión fue cambiando de sospecha a sorpresa. 

—Parece que usted tiene razón, Sanchís. No hay caso alguno de desaparición aquí.

Manuel se levantó, ajustándose la gabardina con expresión prepotente, de nuevo era un hombre libre. Mientras, el inspector Ojeda se quedaba con un palmo de narices y con las pruebas de una huida amorosa, nada que incriminase de forma alguna a Manuel.


Sofía de Murcia

Manuel Sanchís se desmoronó sobre la mesa. Pero de repente, la puerta de la sala de interrogatorios se abrió de golpe, por ella entró a toda prisa la exmujer de Manuel con una decidida mirada de fría determinación.

En un rápido movimiento, arrebató la pistola del comisario y apuntó a Manuel. Antes de que nadie pudiera reaccionar, disparó todo el cargador, quince balas, matándoles a ambos. Con la pistola aún humeando en su mano y los cadáveres de su exmarido y el inspector en el suelo, ensangrentados, la mujer parecía aliviada a la vez que resignada. Sabía que aquello cambiaría su vida para siempre, pero había conseguido vengarse de Manuel. Y eso era todo lo que importaba.


Miles, miles de gracias de nuevo a todos por vuestra participación en «Tu viaje».

Galiana

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