«Este 2025…» con Carmen Navas Hervás (@mcnavas1) para leer y escuchar: «Intercambio de papeles»

Este miércoles es estupendo para leer y escuchar un relatito, tal vez aprendamos alguna cosita.

Intercambio de papeles

Elvira era una mujer de negocios, una mujer que sólo tenía tiempo para ella misma. Soltera y amargada dirigía una de las mayores empresas del país. No tenía casi familia. Su padre falleció cuando estaba estudiando y no tenía hermanos. Solo le quedaba su madre y la consideraba más un estorbo que otra cosa. Vivía en un piso súper lujoso en el centro de Madrid y todos los veranos se iba a Mallorca a pasar unos días de vacaciones. Siempre se llevaba a su madre con ella una semana, para cumplir el expediente de hija buena. Sin embargo, eso era solo apariencia porque de puertas para dentro la cosa cambiaba:

—¡Mamá, no sabes hacer nada! ¡Deja ya eso que lo vas a estropear! ¡Quédate quietecita y no me incordies!

—Pero hija, yo solo quiero…

—Ya lo sé, mamá, ayudar, pero lo único que haces es estorbar.

Muchas noches la madre se encerraba en la habitación llorando ante las contestaciones de la joven. Sin embargo, le gustaba pasar esos días con su hija, aunque la tratara de esa forma. El resto de año apenas la veía y se sentía muy sola.

—¿Por qué no me moriré de una vez? —Pensaba en voz alta.

Una de esas noches, dejó la puerta del balcón de su dormitorio abierta. Necesitaba refrescar su mente.

—¡Cierra esa puerta, mamá! Está el aire encendido. Siempre la misma manía.

Después de estar despierta hasta la madrugada, entró en una especie de duermevela. Comenzó a soñar cosas incoherentes.

—¿Cuál es tu mayor deseo? —le preguntó un hombre rarísimo que sonreía mientras sujetaba su mano.

—Que mi hija se dé cuenta del daño que me hace.

—Deseo concedido.

Se despertó sudorosa y aterrada. Los ojos del hombre del sueño eran muy reales y extraños y le habían producido un gran desasosiego.

Se levantó para ir al baño. Seguramente ya no podría dormirse de nuevo, así que después salió al balcón a contemplar las estrellas.

Un grito angustioso se oyó en la habitación de su hija.

Corrió para ver qué le ocurría. Se quedó sin palabras: allí frente al espejo estaba ella, mirándose como si no comprendiera lo que estaba pasando. Se acercó por detrás y se situó a su lado. Al ponerse junto a su hija vio que estaban cambiadas.

—¿Qué has hecho? —le preguntó su hija, histérica.

—Creo que esto lo has provocado tú, Elvira.

—¡Mamá, esto no puede ser! Hay que arreglarlo.

La madre sintió lástima por la chica, sin embargo, estaba dispuesta a cambiar las cosas.

—Lo arreglaremos, claro, a su debido tiempo.

—¿Qué quieres decir?

—Pues está claro, hija; voy a disfrutar de estos treinta años menos y de mis vacaciones.

—¡No puedes hacer eso!

—¡Oh, si! Claro que puedo.

Y así comenzó la pesadilla de Elvira. La semana que pasaron en Mallorca, fue un auténtico calvario para ella. Su madre disfrutó de la playa, de las discotecas, de los chicos y sobre todo disfrutó viéndola sufrir.

—¡Por Dios, Elvira! Cierra la ventana que está puesto el aire. No sirves para nada. Mas valiera que te murieras ya.

La chica se echó a llorar sobre la cama. Se dio cuenta de lo cruel que siempre había sido con su madre. Se quedó dormida, aún llorando. Cuando despertó vio que todo había vuelto a la normalidad. Y corrió al cuarto de su madre. La encontró llorando sobre la cama.

—Perdóname, mamá. Te quiero muchísimo y no te he tratado como lo que eres, la mejor de las madres.

Elvira, a partir de ese día, se llevó a su madre a vivir con ella y la llenó de mimos y de cariño. Nunca olvidó la pesadilla que la hizo recapacitar. Al fin y al cabo, solo fue eso, la peor de las pesadillas.

Su madre volvió a soñar con el hombre de los ojos extraños y le dio las gracias por el favor concedido. El hombre sonrió al tiempo que hacía una profunda reverencia.

Ahora dale a la ilustración para escuchar el relato con mi voz, recuerda que alguna cosita siempre cambio.

🎙🎧👇

Mañana con un nuevo relato, no faltes

@mcnavas1

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About Galiana

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