«Cuentos de medianoche» con Pilar Rodríguez (@PilarR1977) para leer y escuchar: «La gota de sangre»

¡Feliz Día de Navidad!

Hoy comida con la familia, antes os dejo un relato que espero os guste.

La gota de sangre

Destacaba sobre la madera clara y pulida, fresca aún y brillante, semejante a una piedra preciosa caída de su engaste. Contuvo el deseo de rozarla, temerosa de destrozar su delicada perfección y se limitó a deslizar una uña anormalmente afilada sobre el parqué, lo más cerca posible de su particular tesoro.

Se preguntó si sería la única. Sin moverse, la mejilla contra el suelo, deslizó la mirada somnolienta por la estancia: habría esperado encontrar constelaciones carmesíes y sólo halló una simple y solitaria gota de sangre. Escuchó un chasquido conocido, el sonido de un encendedor y el olor del fuego, pues el fuego, como la sangre, tiene un aroma propio, un aroma que sólo los que han recibido su abrazo conocen. Después, tabaco, ese perfume especiado y pesado que, mezclado con una suave colonia de lavanda, tenía un nombre para ella.

Era una vieja costumbre, un ritual familiar. Él encendía un cigarro y antes de probarlo se lo ofrecía; lo tomó sin volverse, reconociendo ese tabaco que, sabía, sólo fumaban juntos, esa hoja que, decía, llevaba al frente para, lejos de ella, guardar parte de su recuerdo.

Carecía ella de la naturaleza romántica del otro, pero aún así probó el cigarro, humedeciéndolo con los labios antes de devolvérselo. Soltó el humo despacio, su atención en la gota de sangre que comenzaba a secarse, pasando de la fiereza del rubí a la elegancia peligrosa del granate… ¿era suya? ¿o era la sangre de su amante? Sería fácil…estirar el brazo, prenderla en la yema de su índice y saborearla con la punta de la lengua; más prefirió quedarse quieta, fascinada por la luz de la luna reflejada sobre ella y por el punto dorado que era el cigarro encendido.

 — Tengo que irme —, murmuró él entre su pelo, cambiando la postura y tensando los músculos de nuevo.

La gota vibró con su movimiento; tal vez, pensó ella, sólo con su voz… ¿aún había vida en ella? se dijo la dama bostezando, recibiendo con un suspiro la caricia del hombre sobre su hombro desnudo.

— ¿Es tuya o mía?  —, murmuró girando la cabeza

Él le apartó el cabello del rostro: sus dedos y su beso sabían a tabaco y sangre.

— ¿Qué es tuyo o mío?

 —La gota de sangre… Siguió el caballero su mirada y calló por unos segundos.

— Sólo es una gota de sangre…—, dijo.

— ¿Tuya o mía?

—  Nuestra.

— No hay nada «nuestro».

Intuyó su rostro nublado, los ojos brillando como el ámbar; un último beso en la mejilla, más de amigo que de amante, y su voz preñada de resignación y dolor.

—Tal vez la sangre sea lo único «nuestro«, vida mía.

No respondió la dama. Un pesado silencio y rozar de tela tras ella. Se vistió el caballero, sin más sonidos que el ritmo de su aliento y una maldición, tal vez por un botón caído o quizás por un gemelo perdido.

Volvió a callar la noche y, sin embargo, retumbaba en los oídos de la mujer el latido acelerado de un corazón vivo.

— No puedo dejarte así, vida mía.

— No dejas nada tuyo, insensato. Vete tranquilo.

Lo hizo. Marchó sin palabras, sin una despedida, sin un último beso, tan sólo con el peso de su condena. Cerró la puerta sin estrépitos, con delicadeza, pues, aún destrozado, le constaba a ella, era un caballero. Se apagaron sus pasos y ella se mordió los labios hasta que dolieron, hasta que sangraron, guardando en su pecho palabras que eran anhelo y condena. Mil veces le quebraría el corazón si el premio era salvar su alma inmortal, pues bien sabía la dama que un corazón puede romperse, recomponerse y seguir latiendo aunque las cicatrices duelan a cada latido…pero el alma…el alma perdida no se recupera, no cura jamás.

Reptó casi viva la madrugada en la habitación vacía, ocultando en los rincones sombras y susurros de seres que moraban entre crepúsculo y alba.  Se incorporó la dama sobre el codo, la desnudez de su piel inmaculada refulgiendo en la noche con brillo argentado de luna y delicado nácar. El océano de su cabello fluyó hasta el suelo, helado como la muerte, cálido y tentador como la seda más oscura, un velo de doncella cobijando al monstruo que moraba junto a los restos un alma de mujer apagada siglos antes.

Ahora sí, estiró el brazo y recogió la gota moribunda, apenas húmeda. Tembló su dedo al acercarlo a los labios aún rojos y llenos con anticipación, hambre y deseo inhumanos. Juguetearon los colmillos desplegados al borde de su boca, mordisqueó su propia lengua y contempló la esencia roja de la vida y de la muerte con el ansía de una gata hambrienta.

Sonrió la vampiresa a la noche, su amiga, su hermana, su guía, manchados sus labios con el rojo de una única gota de sangre.

Dale a la ilustración si prefieres escuchar, siempre hay alguna variación

🎧🎙👇

Mañana le pongo el final a esto relatos, te espero.

@PilarR1977

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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