¿Es diferente el amor de la adolescencia al de la madurez, al de la senectud…? ¿Nos enamoramos igual en cualquier momento de nuestas vidas?
Charla sobre el amor
Llegas a casa y encuentras a tu hijo de quince años destrozado. Su novia, con la que llevaba dos meses de relación, le ha partido el corazón. Como padre, no sabes ni qué decir ni qué hacer; tienes la obligación de estar, reaccionar, aportar una solución.
Los manuales de cómo educar a un adolescente siendo padre soltero no sirven para estos casos. Está muy bien eso de la comunicación, el estar al lado de los hijos, pero…, a la hora de la verdad, no hay fórmulas ni recetas mágicas.
Ese día, entré en su habitación. Me senté a su lado en la cama y me encomendé a todos los dioses.
La charla que le di sobre el amor es la misma que voy a daros hoy a vosotros en esta aula. Si lo hice bien o no es relativo, porque lo importante fue su reacción. Quizá os pueda servir de ayuda. Sé que os habéis visto en una situación semejante ayer, hace dos días, o puede que pase esta tarde cuando salgáis de clase.
Empecé diciéndole que el amor no es algo cuya definición esté en los libros. Está a la vuelta de la esquina, cuando uno menos se lo espera. Casi siempre ataca por sorpresa, porque atacar ataca, ¡vaya si lo hace!, y no se corta un pelo. Y no entiende de horas: le da lo mismo que sea de noche que de día.
«El amor es como los amigos: uno no tiene muchos y los que tiene son grandes, inmensos y, aunque no conviva con ellos a diario, están ahí siempre, para lo bueno y para lo malo. Duele separarse de los colegas, de hecho, no quisiéramos hacerlo jamás, pero… la vida, las circunstancias, el destino… ¿Qué sabe nadie lo que nos obliga a tomar según qué decisiones? Es más, algunas veces es mejor alejarse de un buen amigo y poner tierra de por medio; por nosotros y por él.
El amor es tan absurdo que conjugamos verbos como nunca más a sabiendas de que no es un verbo. Incluso aprendemos que el para siempre tiene un punto y final, que no es ni siquiera un punto y aparte, por mucho que nos empeñemos en que así sea durante algún tiempo.
Os diré más: amar no es lo mismo que querer, ni siquiera se le parece. Por mucho que te lo digan, amor no implica poder, tampoco tiene nada que ver con conseguir, ni siquiera está emparentado con apoyarse en alguien para lograr un fin.
El amor siempre entraña un riesgo. Es como decir que la banca siempre gana y hay personas que nacieron para ser banca, pero sólo tú sabrás si lo eres o no.
Para el amor, mañana será mañana. El mañana forma parte de otra historia, algo ajeno a tu vida. ¿Por qué quebrarte la cabeza por algo que no es ni será una parte de ti?
Amar es sentir. Y sentir implica un dolor, algo que nunca es opcional, sino irremediable.
Ya que nadie puede escapar a lo evidente, mi consejo es que entiendas el amor como buenamente puedas.
“—Dicho todo esto, no hagas mucho caso de ello —le dije a Julián—. Preferiría que me dijeras si preparo algo para cenar. Estoy muerto de hambre después de este día tan jodido de clase en el instituto.
Mi hijo me abrazó.
—Papá, ¿mamá, cuando te dejó, sabía el tipo tan raro que se perdía?”.
Cenamos huevos fritos con patatas, su plato preferido. Vimos una peli de esas que tanto le gustan. Nos fuimos a la cama. De la chica que le había roto el corazón, ya nunca más volví a saber. Supongo que lo llevó como vosotros lleváis estas cosas; tampoco difiere mucho a como las llevamos los adultos.
Si alguien quiere huevos fritos con patatas, creo que en el bar del instituto suelen ponerlos de tapa. Estaré encantado de tomar algo en su compañía. Mientras os lo pensáis, lanzo una pregunta:
¿Alguno de vosotros ha entendido lo que es el amor? Yo, por mi parte, sigo sin saberlo, así que estoy abierto a vuestras sugerencias».
Galiana













