«Relatos de estío» de @CristinaSopena1: «El ente»

Miércoles y te ofrezco un relato más.

El ente

Al oír el timbre abrió la puerta. Su madre apareció bajo el marco con una mueca en el rostro que aspiraba a ser sonrisa, y una maleta. Marta llevaba ocho años sin ver a su madre.

La mujer apartó a su hija, entró sin pronunciar palabra y dejó el equipaje en el rellano. Marta lo entró en la casa a puntapiés.

—Tu siempre tan femenina, hija. ¿No saludas a tu madre?

Marta no contestó. No podía. El ente extraño, que ya tenía olvidado, se había vuelto a instalar en su garganta y le impedía aspirar suficiente aire. En tanto, su corazón empezó a bombear sangre con fuerza.

La madre entró hasta el comedor, que también hacía de sala, se sentó en el sillón orejero, acercó las manos a la estufa de leña y se quedó de espaldas a la entrada.

—¿Me haces un té, querida?

Marta fijó su mirada en la nuca de su madre y en el recogido de cabellos canos con horquillas que sobresalía del respaldo del sillón. El olor dulzón de su madre hizo que el ente en su garganta se expandiera hasta su estómago, provocándole una arcada.

—Vives sola, ¿verdad? 

Quería gritarle que se equivocaba. Vivía con su pareja que era consultora de la policía. Claudia la amaba como nunca lo había hecho ella. Era feliz,  

Pero las palabras no pudieron salir de su garganta. El ente se fue extendiéndose por todo su cuerpo ahogándola entre escalofríos.

Marta se había imaginado muchas veces esta situación. Ella y Claudia habían escrito hace mucho un listado con todo lo que le dirían y luego la echarían de casa. Se dirigió al dormitorio en busca de la libreta y abrió el cajón de la ropa interior donde la guardaba. Metió la mano al fondo y junto la libreta la paralizó percibir la caja metálica de Claudia. La tomó y se sentó sobre la cama con la caja sobre las piernas.

Estuvo así sin moverse, observando la caja, un buen rato, hasta que sacó la llave que llevaba colgada del cuello junto a una medalla de la Virgen de Lourdes. Claudia le dio una copia de llave por lo que pudiera pasar. Trabajar con la policía tenía sus riesgos. La abrió, cogió la pistola de Claudia, la cargó y se dirigió al salón.

Mientras apuntaba a su madre con el revolver, visualizó la detonación como en una película a cámara lenta. Vio cómo el trozo de plomo impactaba en la cabeza, el ruido del cráneo al partirse, los sesos esparciéndose, la pared salpicada de sangre, mucha sangre. De repente, su mente le mostró el horror dibujado en el dulce rostro de Claudia. Toda ella tembló como gelatina. Entonces, el arma le pesó demasiado. Relajó el brazo y apuntó al suelo.

—¿Dónde te has metido criatura estúpida? Trae el té a tu madre.

Marta no reprimió las lágrimas mientras volvía a apuntar a la cabeza de su progenitora y disparaba.

No olvides que mañana te espero.

@CristinaSopena1

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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