Una cita con @GalianaRgm: «El entrevistador»

A lo largo de la vida pasamos por alguna que otra entrevista de trabajo con la esperanza de ocupar el puesto al que aspiramos.

El entrevistador

Mi ocupación consiste en seleccionar candidatos para determinado puesto de trabajo. Para ello he adaptado un párrafo de la obra Tiempo para amar del escritor Robert Anson Heinlein.

Así pues el test que hago lo aplico sin distinción de sexo, raza, religión, edad… a modo de batería de preguntas a la persona que se presenta al puesto.

Una vez solventadas las cuestiones sobre sus datos personales la primera pregunta que le lanzo es la siguiente.

—¿Sería usted capaz de cambiar un pañal?

No especifico si el pañal es para un bebé o para una persona que necesite usarlo, tampoco si este es un familiar o alguien ajeno.

Simplemente dejo que quien opta al puesto dé la respuesta que considere más oportuna o plante las cuestiones que crea deba realizar.

Si está dentro de los márgenes que considero pertinentes hago la siguiente pregunta, en caso contrario le doy las gracias por su tiempo.

Sí, el test es eliminatorio y a medida que se va avanzando se está más cerca de obtener el puesto al que se opta.

Superada la primera pregunta llega la segunda.

—¿Sería usted capaz de planear una invasión?

Por supuesto no entro en detalles sobre la misma.

Es aquí donde la imaginación de quien está sentado frente a mí entra en juego. Ésta suele desbordarse bastante, lo cual no es ni bueno ni malo, todo dependerá de cómo se argumente.

Sé que la siguiente pregunta desorienta mucho y en ocasiones alguna persona cree que todo se trata de un montaje, que no existe realmente el puesto de trabajo. Llegado ese caso soy yo el que le pedido disculpas por haberle hecho perder el tiempo y le invito a marcharse porque, efectivamente, no se ajusta al perfil que buscamos, suelo decirle que somos nosotros los que hemos cometido un pequeño error al seleccionarle para la entrevista.

La pregunta que tanta extrañeza causa es:

—¿Sería usted capaz de desollar un cerdo?

Evidentemente cualquiera que la escuche pondría como poco cara de asombro. El puesto que ofertamos no es cualquiera y quien ha venido a ocuparlo lo sabe.

La siguiente cuestión es algo menos desconcertante, hay que relajar un poco el ambiente o al final me quedaré sin gente a la que entrevistar y eso nunca es bueno.

—¿Se atrevería usted a gobernar una nave?

Ni que decir tiene que no explico de qué tipo, ni por cuánto tiempo ni, por supuesto, cuántas personas tendría a su cargo.

Aquí cada cual responde lo que puede. Pregunta si cree que debe preguntar. Por mi parte me limito a responder con monosílabos mientras manuscribo en un cuaderno.

La siguiente cuestión no es sencilla, la respuesta tampoco.

—¿Sería usted capaz de proyectar un edificio?

La mayoría de las personas al responder se escudan en que la oferta de trabajo no requería ser arquitecto, ni siquiera aparejador. Amablemente les invito a abandonar la entrevista alegando que debió haber un error al seleccionar su currículo, en algunos casos he llegado a disculparme rozando casi la humillación.

Las personas que superan esta pregunta tienen derecho a la siguiente que en apariencia es bastante moderada en cuanto a la respuesta. Cuidado, aquí nada es lo que parece.

—¿Sería usted capaz de escribir un soneto?

La perplejidad de nuevo se apodera de quien ocupa la silla al otro lado de mi mesa.

Quienes alegan no ser poetas siguen el mismo camino que quienes se escudaron en no ser arquitectos o aparejadores, es decir, para ellos es el final de la entrevista.

Por el contrario quienes agudizan el ingenio y contestan que sin ser poetas aprenderán a escribir sonetos que hasta el mismísimo Góngora ensalzaría para desesperación de Quevedo se gana el derecho a continuar.

—¿Sería usted capaz de hacer un balance?

Ni que decir tiene que no explico más.

Es aquí donde quien opta al puesto debe llevarlo al terreno que domina. Debe defender la pregunta con las armas que conoce para seguir o autoexcluirse.

Llegamos a una pregunta incómoda de responder.

—¿Podría usted levantar una pared?

La mayoría de los candidatos entiende que me refiero a paredes de ladrillo y cemento, se equivocan. La consecuencia de su error es la eliminación, se van con un simple “gracias por haber venido”.

Van quedando pocas personas a las que entrevistar y el nivel de preguntas va subiendo.

—¿Se atrevería a colocar un hueso en el lugar que corresponde?

Una vez más parece que estoy exigiendo que la persona tenga conocimientos de un campo concreto, una vez más estoy tendiendo una trampa, una vez más tengo que dar por terminada la entrevista.

El nivel es alto, lo reconozco, la siguiente cuestión sigue en la línea ascendente.

—¿Se cree usted con capacidad para consolar a un moribundo?

La mayoría de las personas que llega a este punto del test no sabe reaccionar ante un asunto tan delicado. La criba al llegar aquí es importante. No perdamos de vista el puesto al que pretenden acceder.

Las siguientes preguntas les pido que las contesten con un monosílabo y sin pensárselo.

—¿Es usted capaz de dar órdenes?

—¿Es capaz de recibirlas?

—¿Es capaz de cooperar?

—¿Es capaz de actuar solo?

Tras esta batería la fatiga mental empieza a aparecer en la mayoría de los pocos aspirantes que quedan. Lamentablemente no es un hecho que sirva como atenuante.

La siguiente pregunta requiere de toda su atención.

—¿Sabría usted resolver una ecuación?

Las personas que estudiaron ciencias me miran como si yo fuera imbécil y no me hubiera leído su currículo, con lo cual quedan eliminadas porque no se puede ir de sobrados. Otros que se decantaron por humanidades reconocen que si son sencillas podrían resolverlas, y en caso contrario ya buscarían la manera de encontrar la solución, estos continúan.

—¿Sabe analizar un problema nuevo?

La mayoría de las respuestas siempre es afirmativa, sucede que muchas de las personas que contestan no son conscientes de que la entrevista en si es un problema nuevo que no están analizando.

Van quedando pocos candidatos y muy pocas preguntas ya.

—¿Si se lo pidiera sería capaz de echar estiércol en un campo?

Volvemos a la misma trampa de siempre, donde la mayoría caen por precipitarse en la respuesta. Nadie les plantea que tengan que hacer algo, solo si sería capaz de hacerlo.

Los detalles, la atención.

—¿Sería capaz de programar un ordenador?

Ya estamos con el que yo no soy informático y nadie me dijo…

Mi respuesta es la disculpa de siempre sobre cuanto sentimos haberle hecho perder el tiempo.

Para quienes superan esta pregunta aún tengo una más que tampoco es fácil de contestar.

—¿Podría preparar un plato comestible?

No le pido que cocine para un restaurante de prestigio, tan solo que se pueda comer.

No sé por qué en este momento de la entrevista y de forma incomprensible muchos se levantan de la silla y con mejores o peores maneras se marchan, tal vez no sea tan incomprensible que lo hagan.

Me queda un solo candidato. A este test le queda una sola pregunta.

Si la pasa el puesto es suyo. De no hacerlo tendré que hacer una nueva convocatoria.

—¿Sería usted capaz de combatir con eficacia y morir con valor?

La persona que ha llegado hasta aquí me mira fijamente a los ojos. Sonríe. No dice nada. Alarga su brazo para coger el bolígrafo que hay encima de mi mesa. Me sonríe sin parpadear. Le saco el contrato. Se lo pongo a la firma. Estampa la misma, bajo ella su nombre y apellidos legibles. No hablamos.

El puesto al que optaba era para vivir una vida tal y como se presente. La persona se lo ha ganado y lo sabe.

Galiana

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Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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