Una cita con @GalianaRgm: «Mis mujeres»

En algún momento de nuestras vidas a todos nos da por hacer un balance, un mirar atrás a modo de resumen, un recorrer nuestras vivencias…

Mis mujeres

Por mi vida han pasado algunas mujeres, como por la de casi todos mis amigos. Hoy me he levantado con esa sensación de tener que hacer balance, no sé muy bien la razón, tan sólo sé que quiero hacerlo. Me apetece hacer arqueología emocional que llaman algunos, rescatar las piezas que componen mi historia.

Todos hemos tenido un primer amor. Es verdad que no se olvida, por muchos años que pasen siempre está ahí, da lo mismo como terminara, todos lo recordamos con aroma a inocencia. En mi caso fue la mujer a quien le confesé mis sentimientos del modo más abierto, también con la que me llevé el desengaño más brutal. Sufrí como un perro y cuando se emparejó con otro, hice lo mismo por despecho, jamás se lo reconocí. A esas edades todo es tan tremebundo.

Para ahogar el sufrimiento que ella me produjo hice lo que casi todos los hombres hacemos, acabar en brazos de alguna amiga. La relación de amistad que hasta ese momento es perfecta la convertimos en algo fugaz y complicado. Tras el calentón decidimos separarnos de mutuo acuerdo. No lo hicimos bien, entre nosotros no quedó ni siquiera una amistad, nos convertimos en dos desconocidos. Hubiera podido ser bastante peor, por fortuna para ambos nos dijimos adiós a tiempo de cruzar la línea de la enemistad, del odio, nos quedamos en la indiferencia.

Después de aquello me convertí en un picaflor hasta que entró en escena aquel verano. Necesitaba centrarme, reorganizar mi vida. Decidí pasar el estío con unos familiares a los que hacía algún tiempo no veía, me pareció la solución perfecta. Así podría salir de la espiral de vida alocada en la que había entrado y que me parecía no iba con mi carácter.

Resultó que estos familiares a los cuales llevaba tres, tal vez cuatro años sin ver, tenían una hija. Yo la recordaba con unas larguísimas trenzas, pizpireta, una mocosa encantadora, poco más. Lo que me encontré fue mi particular Lolita”. Supongo que todos los hombres hemos tenido una en nuestras vidas. No me da vergüenza reconocerlo, la perseguí como a una perra en celo. Ella coqueteó conmigo todo lo que quiso y más. Una noche yo intenté ser el hombre mayor y romántico que pensé ella quería tener, me llevé uno de los rechazos más crueles de mi vida. Me acusó de ser un viejo, un asaltacunas, un degenerado. Ella tenía 19 y yo 25, tampoco lo vi tan terrible Al día siguiente hice la maleta alegando asuntos urgentes. Supongo que me estuvo bien empleado, ya se sabe, quien con niños se acuesta…

La vuelta a casa con el ego destrozado por una adolescente supuso regresar a la vida loca y desenfrenada, solo que las mujeres eran las mismas de la primavera y nunca me ha gustado repetir en la cama.

Decidí, visto lo visto, empezar a pagar por tener compañía femenina. Al principio un rato, luego una noche, un fin de semana. Así hasta que encontré alguien que me gustó. Nunca olvidé que se trataba de una prostituta. Yo requería sus servicios y le pagaba por ellos. ¿Me enamoré de ella? No lo sé, nunca me planteé sacarla de su mundo y llevarla al mío. Es verdad que durante una temporada compartimos vida sin que yo tuviera que pagar por follármela aunque ella seguía ejerciendo su profesión. Durante ese tiempo podía decirse que hacíamos vida de pareja sí por ello entendemos ir al cine o al parque de atracciones con el hijo que ella tenía de cuatro años. La relación no funcionó, no porque yo tuviera celos de sus clientes, para mí era su trabajo como podía ser cualquier otro, sencillamente, no funcionó.

Tras ella, que debo reconocer fue lo más cerca que he estado de tener una familia según la definen los usos y costumbres de la tradición, se mudó a mi edificio una nueva vecina. Al principio todo parecía encaminado a buen puerto. Todo muy bonito, el cartel de happy end asomaba con luces de neón. Hasta que me limpié las gafas. La mujer más tóxica que me he cruzado en mi vida. Dar detalles no viene al caso, más que nada porque enseguida podría ser identificada la dama en cuestión. Dos años después de nuestra ruptura acabó suicidándose porque otro tipo, con el que llevaba medio año de relación, no se dio cuenta a tiempo del peligro que le corría por las venas y el escándalo le estalló abriendo las noticias de todos los telediarios.

Es cierto que lo mío con las mujeres siempre ha sido una tras otra, lo que yo llamo para escándalo de mi madre ser monógamo sucesivo.

La mujer de la que guardo mejor recuerdo, quizá por el hecho de seguir ahí, llegó a mi vida no hace mucho. Siempre he tenido la misma asistenta, los años no pasan en balde, y la pobre ya no podía hacer bien su trabajo. Me recomendó a una conocida suya. Cuando la vi tan delgadita, tan poquita cosa, dudé que pudiera realizar sus tareas, parecía tísica. Las cosas, nunca he aprendido esa lección, no son lo que aparentan, y ella me sorprendió gratamente. Una mujer joven. Muy profesional. Con una característica que valoro muchísimo, estar callada mientras realiza las tareas domésticas. No te enteras que está, sólo cuando llega me da los buenos días, o cuando se marcha se despide y me informa si va a necesitar algún material para realizar su faena. Un buen día me preguntó si podía ella ir a comprar para mí, lo cual me pareció genial porque odio el supermercado. Así que empecé a delegar en ella no sólo la limpieza sino también la horripilante tarea de tener que recorrer los pasillos de los hipermercados, a eso le añadí el cocinar. Un día le pregunté si podía quedarse a comer. Aceptó. Así poco a poco se fue introduciendo en mi vida. No somos almas gemelas, no compartimos mundos, no pensamos igual, no tenemos los mismos sueños, ni siquiera el mismo futuro por delante. Personalmente estoy en esa etapa de mi vida en la que la palabra amor tal y como la entiende el resto de la humanidad es indefinible, ella por alguna extraña razón que se me escapa lo entiende y lo comparte.

Por mi mala cabeza, por no querer protegerme en mi relaciones sexuales hace años contraje SIDA. Gracias a los fármacos la enfermedad la he tenido más o menos controlada. Ella lo sabe, como también conoce, porque yo se lo he dicho, que si es lista podrá quedarse con todo lo que tengo.

Mujeres, mujeres, mis mujeres, nunca fueron mías, tampoco lo pretendí, ni se me pasó por la cabeza hacerlo. Cada una de ellas dejó una huella en mí. Supongo que algo de mí habré dejado en ellas. Sólo sé que elegí compartir tiempos de mi vida con ellas, y por eso me permito decir que son mis mujeres.

Galiana

Avatar de Desconocido

About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
Esta entrada fue publicada en Galiana, Literatura, Narrativa, Relatos, Una cita con Galiana y etiquetada , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario