Alex Florentine en estado puro: «Asistenta I»

Este verano he vuelto al blog tengo cositas que contar y aquí estoy para hacerlo en estado puro.

Comienzo con un relato de los míos, de los de «Letras calientes».

Lo he dividido en dos partes.

Asistenta I

Llevaba muchos años sin trabajar, y en espera de algo que me ofreciesen dentro de lo considerado interesante para mí, acepté una oferta con la que poco o nada iba a pasarme horas en casa. Así llevaba unos meses y mi carácter estaba volviéndose agresivo.

¿Y qué sucede cuándo estás fuera de tu hogar mucho tiempo?

Pues que se convierte en leonera, y esta, da origen a que los que viven en ella rugan uno contra otro haciendo honor a su nombre.

Y fiera, soy bastante.

Así que un día, a la hora de comer, entre bocado y bocado: solicité, insinué u ordené, que quería una asistenta.

Aduje que comenzaría lo más pronto posible porque la casa estaba desordenada.

Yo la elegiría.

Le pareció bien, terminamos de comer y cada uno se fue a lo suyo.

Pasados unos diez días de vida cotidiana y agobiada, yo pedí en el trabajo dos de descanso para estar con Elena y explicarle bien lo que quería.

Elena es una chica sin responsabilidades. Me encargué de, en la entrevista personal telefónica, sacar la máxima información. Cuando abrí la puerta para la entrevista personal confirmé que ya tenía empleada doméstica y que mi intuición no había fallado.

Alta, rubia, delgada y con un comportamiento exquisito respondió a todo lo que le pregunté. Aceptó un café descafeinado con unas galletas y terminamos hablando casi toda la tarde como dos buenas amigas.

Tenía una sonrisa preciosa, unos ojos que hablaban al dirigirse a mí, y unas manos… Las miraba firmar el contrato mientras yo borraba mediante el móvil, el anuncio de oferta de empleo.

Cuando se levantó, hubo un instante en que me pareció imponente, inalcanzable.

Coloqué una mano en su cintura, y dándola a entender que se diera la vuelta, la guié hacia la salida.

Nos deseamos un buen fin de semana y dejó su perfume al girarse.

A la noche, y de nuevo entre bocado y bocado, informé de todo a mi marido. Y al igual que a mediodía, tras terminar y sin mostrar casi el más mínimo interés, nos dirigimos a nuestros quehaceres propios. Yo ya no podía dejar de recordar la tarde.

Sentada en el sofá, leyendo los correos de trabajo, la cabeza hacía que en la pantalla del móvil aparecieran los ojos de Elena.

Sabía que podía pasar.

Los dos, pero él, en su habitación, se lo había buscado.

Esa noche, mientras se introducía en mí con las similares embestidas aburridas de siempre, yo cerraba los ojos y la veía a ella encima, y mientras que con un brazo me acariciaba el cabello, con el otro introducía un vibrante juguete en mi interior.

Imaginaba su cabello suelto tocando mi cara.

Imaginaba sus pechos colgando, puntiagudos y erectos sobre mí, balanceándose rítmicamente. Mis manos los amasaban y de vez en cuando, las yemas de mis dedos pellizcaban sus pezones. Más abajo, notaba gota a gota sobre mi piel, el placer que como fuente, caía de su sexo.

Desperté del estado cuando él aceleró el ritmo. Su expresión cambió, cerró los ojos y sentí el final. Se incorporó y cayó literalmente a mi lado. Me miró y se acercó a darme un beso. Yo me arrimé, apoyé la cabeza en su hombro, y él me rodeó con el brazo.

—¿Hoy has tenido varios orgasmos? —preguntó.

Subí la mirada sin responder.

—Es que te noté más húmeda. Es más, mira cómo está la sábana —informó señalando a mitad del colchón.

Elevé los hombros.

—Siento tener que estar fuera el lunes. Sé que podríamos haber aprovechado el puente porque en la ciudad donde está mi empresa es fiesta. Tú pediste dos días del principio de semana.

—No te preocupes. Lo hice por Elena. Nunca he tenido asistenta y prefiero ver cómo lo hace.

No termino de decirlo cuando por mi vagina siento resbalar más flujo…

(Mañana más…)

Alex Florentine

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About Galiana

Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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