Vienen tiempos de hambre y piojos. No, no me llaméis alarmista, el palo que se está llevando nuestra economía se nota ya y más que se va a notar.
Alguno ya andaba antes del confinamiento tentándose las vestiduras con la recesión que empezaba a asomar la patita y ahora esto. Éramos pocos, parió la abuela y llegó el coronavirus.
Los irlandeses cuando las hambrunas y los españoles durante la inmediata posguerra salieron adelante a base de mucha patata, cocida, asada, a la plancha, si acaso frita pero con poco aceite y que sea de girasol…
Qué suerte los que ya estamos acostumbrados desde hace unos años a la patata y, además, nos gusta de cualquier forma menos cruda 😉
Me encantan las patatas de cualquier manera… Y eso que en el internado todas las noches nos daban patatas para cenar, las odiaba, pero ya ves, luego he aprendido a «amarlas».
Sí, los tiempos que se avecinan no auguran nada bueno, ojalá me equivoque.
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Las patatas son deliciosas 😍
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