En este país cuando el tema es muy peliagudo nos gusta ser cómo el Barón Ashler, tener dos caras. Lo que viene siendo no pillarnos los dedos, o hacerlo lo justito para no quedarnos con el culo al aire.

Es lunes de Semana Santa, deberíamos estar de vacaciones pero estamos trabajando, aunque preparamos la maleta como casi todo el mundo dispuestos a disfrutar de estos días que vienen, a pesar de que para muchos resulten totalmente incomprensibles. Porque a casi nadie se le escapa que vivimos en un país declarado constitucionalmente aconfesional, pero esta semana es profundamente religiosa, tanto que ríete tú del despliegue que hacemos por Navidad.

Esta pasión tan fervorosa y temporal la compatibilizamos, siempre que el tiempo acompañe, vacacionando donde a cada cual el bolsillo le permita, y entre procesión y procesión uno de los temas a debatir será la prisión permanente revisable, que tan desgraciadamente está de moda. Que nadie se nos ofenda pero Jesucristo fue tratado como un vulgar reo y crucificado junto a un ladrón gracias a que una muchedumbre, convenientemente azuzada, así lo pidió a la autoridad competente.

Dejando a un lado la religión, y centrándonos en la dichosa prisión permanente revisable, o lo que viene siendo la cadena perpetua a la española, a quien suscribe le tiene el corazón partío que diría Alejandro Sanz.

La Constitución, en el artículo 25.2, expone cómo la cárcel debe ser siempre la manera de reinsertar en la sociedad a los delincuentes, con lo cual la prisión permanente revisable choca bastante con los principios que rigen la Carta Magna. A pesar de esto la última reforma del Código Penal la incluyó, bajo determinadas condiciones, siendo hasta la fecha que solamente hay un preso en dicha situación.

Dicho todo esto, cuando ciertos seres decidieron desde su libertad dejar de ser personas y comportarse como ni siquiera lo hacen los animales, el cuerpo me pide, lo confieso, encerrarles en un zulo inmundo y tirar la llave al mar. Es entonces cuando el Pepito Grillo que una lleva dentro reacciona, y me dice que no puedo ser tan bestia como quienes han cometido las atrocidades que nos ocupan.

El dilema para poder pronunciarme acerca de si la prisión permanente revisable evitará más asesinatos horripilantes es complejísimo. Requiere muchas vueltas en mi cabeza.

Para encontrar la solución, si es que la hallo, tengo que alejarme de los rostros de los padres cuyos hijos han sido asesinados por seres totalmente deshumanizados; no dejarme influenciar por la batalla entre penalistas y criminólogos sobre si el paso de delincuentes por la cárcel puede volver a humanizar a estos salvajes; obviar a los políticos que utilizan la sed de venganza de la muchedumbre para conseguir votos; desintoxicarme de los medios de comunicación y redes sociales que sólo mercadean con la mierda que se desprende de todo esto.

En fin, pasaré la Semana Santa revisionando Mazinger Z donde, por cierto, nunca me gustó el Barón Ashler. Será que no me va lo de tener dos caras.

Galiana