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No recuerdo muy bien qué hablamos en el taxi ni cómo llegué hasta la puerta, sólo sé que ella me acompañó y al sacar del bolso las llaves se me cayeron al suelo. Ella las recogió, y lo siguiente que sentí fue su lengua dentro de mi boca y sus dedos entre mis piernas, dentro de mis bragas, tocándome intensa y hábilmente hasta que me corrí. Después me susurró al oído:

– El lunes nos vemos en el despacho.

Fue el fin de semana más largo de toda mi vida, excepto cuando mi antiguo amante fue detenido y pensé que la siguiente sería yo. Dudé si llamarla pero no lo hice, solo le daba vueltas a que nunca había tenido sexo con una mujer y ahí estaba yo, deseando que volviera a suceder.

Llegó el lunes. Ella estaba sentada en su puesto de trabajo como siempre. Nos saludamos como si nada hubiera sucedido. En un momento dado se levantó y me dijo al oído:

– En diez minutos te espero en el baño.

Toda una eternidad me pareció.

Nada más entré en el aseo me agarró del brazo con fuerza y me metió en uno de los váteres cerrando con pestillo. Me besó exactamente igual a como yo no había parado de recordar desde aquella noche. Me quitó la camiseta y el sujetador sin ningún miramiento y disfrutó. Yo no sabía qué tenía que hacer, nunca había estado con una mujer pero ella me ordenó:

– No quiero que hagas nada.

Me dio la vuelta y me aplastó contra la pared, sentí el frío de los baldosines en mis pezones. Me bajó las bragas hasta los tobillos y metió los dedos entre mis piernas hasta que me dejó empapada. Sentía como ella se subía la falda y se bajaba las bragas. Me abrió las piernas y a continuación vino algo que no esperaba y que me desarmó totalmente… Me metió hasta el fondo una polla bien grande mientras me susurraba junto a la oreja:

-Sólo disfruta.

Lo hice como nunca lo había hecho, y mira que tengo un largo historial. Después me tapó la boca con la mano y dijo con una voz de hombre que no supe de donde había salido:

-Voy a darte la vuelta muy despacio.

Me giré pensando que iba a encontrarme un transexual, creo, aunque realmente ni recuerdo qué pensé. Pero lo que vi nunca lo había visto ni creo que lo vuelva a ver jamás.

De cintura para arriba era una mujer toda de plástico hábilmente maquillada, con una faja que le hacía tener un tipo avispa espectacular, del ombligo para abajo era todo un hombre, con las medias por los tobillos pero… ¡qué pedazo de… hombre!

Sin que yo, recién follada, confusa y aturdida, atinara a reaccionar me explicó que era un policía infiltrado en la empresa, que sabía que yo había sido la amante el Secretario de Estado de vacaciones en el centro penitenciario, que Tonelete era un testaferro al que había que destapar, y que toda su investigación corría el peligro de irse a tomar por el culo porque se había encoñado conmigo.

Friné