Pablo, así no

Pablo Iglesias podría llegar a ser alguien en política si no fuera por un par de defectillos, puras naderías, que le lastran sobremanera. No sabe cómo poner coto a su egolatría y es incapaz de controlar su obsesión por destruir al PSOE.

Su egocentrismo le está ocasionando muchos quebraderos de cabeza, pero es tan sumamente creído, está tan endiosado por sus acólitos que cualquier ocasión es buena para demostrarnos a todos lo petimetre, petulante y narcisista que es.

El líder de los podemitas no es el mesías que se esperaba, y mira que nos hace falta uno. Es un tipo interesado con complejo de Peter Pan que desconoce el funcionamiento básico y elemental de la política por muy politólogo que sea.

La manera de alcanzar un objetivo común, para la comunidad, poniendo en común a una mayoría es una norma básica de la política, pero el líder de la coalición morada el día que lo explicaron en clase debió hacer “novillos”. Si hubiera estado en el aula ese día hubiera aprendido que apoyar a Sánchez cuando tocaba hubiera permitido que Rajoy no estuviera en Moncloa en este momento, y de aquellos polvos estos lodos.

No lo hizo, no porque Sánchez le pareciera un Kent con escasas dotes para gobernar el país, sino porque se dejo llevar por la obsesión desmedida que tiene por destrozar al PSOE.

El presuntuoso de Iglesias vive en la creencia que tiene lo que hay que tener para acabar con el socialismo español y una vez conseguido erigirse como el líder de la izquierda, craso error. Los defenestrados Errejón y Bescansa intentaron abrirle los ojos al respecto y han acabado como han acabado.

Le aconsejaron que ése no era el camino correcto, que por ahí lo único que estaba consiguiendo era desunir a la izquierda española. Le repitieron hasta la saciedad que su manera de actuar en lugar de restar puntos a la derecha se los incrementa de forma exponencial. Ambas cabezas pensantes de Podemos perdieron el título de Pepito Grillo en favor de una hooligan como es Irene Montero.

La actual mano derecha de Iglesias adolece de uno de los males de su Jefe de filas, el infantilismo. Va de Campanilla por la vida, pero no es más que una exaltada que se cree con derecho a nadie sabe muy bien qué. Está convencida que su cargo como portavoz de la coalición morada la convierte automáticamente en el perejil de todas las salsas, sin ser consciente que esa manera suya de ser tan apabullante resulta estomagante.

Iglesias y Montero quieren acabar con el PP, mandar a freír monas a Rajoy y la banda de Golfos Apandadores que han convertido Génova 13, pero no llevan la dirección correcta. Mientras no se den cuenta que necesitan al PSOE y a Ciudadanos para conseguirlo lo único que están haciendo es matar moscas a cañonazos, y así no vamos a ninguna parte.

Iglesias y su mano derecha deberían dejar sus defectos a un lado, madurar, entender que la política española de personajes como ellos está más que servida. No hace falta más que mirar a Soto de Real donde presuntuosos, prepotentes, soberbios e interesados tenemos unos cuantos.

Galiana

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Escritora, bloguera, podcaster, enamorada de todo lo que huele y sabe a Cultura
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2 Responses to Pablo, así no

  1. Avatar de marcosangulojavier clamorsegovia dice:

    Certera crónica de la actualidad. Impecable.

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