
La ciudad visigoda perdida V
Ya se me podía haber ocurrido traerme el termo calentito o, por lo menos, la petaca para echar un trago. Pero nada, aquí estoy, a palo seco. ¡Si es que soy un valiente! Por no traer, no traigo ni una puñetera linterna, y esto tiene más peligro que un campo de minas. Todo está lleno de agujeros y estacas localizadoras. Como pise donde no debo, me veo con Julián por los suelos. Me imagino llamando a mi mujer para que venga a rescatarme… ¡Qué coño a mi mujer! A quien tengo que llamar es a Nacho, que para eso me ha metido en este lío. Aunque, siendo sincero, el follón me lo he buscado yo solito.
Juliancito, ¿quién te manda meterte en este embrollo? ¿Qué carajo te importa a ti lo que diga el ICOMOS, la trama inmobiliaria, el maldito Plan de Ordenación Municipal o si la Junta se posiciona o no al respecto?
Yo debería estar en mi casa, metido en la cama, sintiendo el calor del cuerpo de mi mujer, y no aquí, caminando como un tonto por este erial lleno de piedras, donde, como no vaya con cuidado, me pegaré un talegazo que, como mínimo, me dejará los piños en el suelo.
¡Nacho, Nacho, por qué me dejaría arrastrar por ti! Tú deberías estar aquí conmigo, no dejarme solo en plan Llanero Solitario, que me he dejado las pistolas en el armario. Si a alguien le da por darme un susto, salgo por piernas hasta llegar a mi casa.
Ahora que digo susto, menudo se llevaría alguno si lo que hay aquí enterrado es lo que dicen que hay. A muchos les interesa que no se sepa la verdad: a unos por dinero o poder, y a otros porque los cimientos de sus postulados se tambalearían como un castillo de naipes.
Todo esto me viene a la cabeza por un libro que me hicieron llegar de forma clandestina. Una teoría, perfectamente argumentada y demostrada, que sostiene que los árabes nunca invadieron la península. Vamos, que el rollo ese de don Julián y su hija La Cava no es como nos lo contaron. Seamos prácticos, usemos la cabeza para algo más que llevar orejas. Si en el 711 los musulmanes cruzaron el estrecho sin GPS, en barcos más o menos como las pateras de ahora —que en eso no hemos evolucionado—, habrían tardado años y años en invadirnos como se supone que lo hicieron. Si los árabes nunca nos invadieron, si es cierta la teoría de que todo fue una reconversión del arrianismo al islam, Toledo como ciudad de las Tres Culturas se nos esfuma como el humo de este cigarrito. Habría que reescribir todos los libros de historia. Eso de que Tarik sitió la ciudad durante tres años no tendría sentido, como tampoco que hubiéramos convivido 300 años con ellos. Y entonces, ¿alguien me puede explicar a quién le conquistó la ciudad Alfonso VI?
Siempre me han dicho que la plaza de Zocodover debe su nombre al mercado árabe. Si los árabes no estuvieron, ¿tampoco existió el zoco? ¿Y qué decir del Alcázar?
Curioso lo del Alcázar. Vienen los extranjeros y te preguntan en el Arco de Sindicatos:
—Where’s the Alcazar?
Te dan ganas de decirles:
—¡So zoquete, si te das la vuelta, lo ves!
Pero como eres educado, estiras la mano y señalas. Y ellos, con su “thank you, thank you”, creyendo que van a visitar un edificio árabe. El Alcázar se reconstruyó tras la Guerra Civil, imitando la arquitectura del anterior, que apenas databa del siglo XIX.
Me temo que es un poco tarde, que estoy mezclando demasiadas cosas en mi cabeza. Pero ¿qué le voy a hacer si sigo más solo que la una, esperando toparme de bruces con no sé qué? Deseando que pase algo, sabiendo que al amanecer me iré a casa muerto de sueño, aterido, con la boca seca de tanto hablar en voz alta para no dormirme y la garganta irritada de tanto Camel.
To be continued…
Galiana











