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Es difícil resistir a la tentación, pese a los 87,400 kgs que marca la báscula al final de las Navidades. Qué tendrán los hidratos, las grasas y los azúcares que nos pervierten y dinamitan los buenos deseos para el nuevo año. La cookie, por excelencia, es sinónimo del pecado de la gula y de la penitencia de la dieta, tras sufrir el calvario del engorde. Arrepintámonos. O no.

@JoseRaigal












Pingback: Miradas furtivas: Cookie – Manuel Aguilar
Como siempre sido, lo mejor de la tentación es caer en ella.☺ Un saludo
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Es como mejor se disfrutan las tentaciones
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Es que están muy buenas.
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