¿Café o té?
Tengo que tomar una decisión. Cuando valoro las dos opciones, aparece una tercera. Para no alargarlo mucho, me decido por la más simple. Pero me asalta la incertidumbre y desecho la idea. Lo mejor es reconsiderar las dos primeras.
Cada una es atractiva en parte, pero también tienen sus inconvenientes.
¡NADA!. No soy capaz.
La incertidumbre se vuelve angustia.
Siento un mareo y aparece el bloqueo mental, sin que pueda evitarlo.
Donde había dos opciones ordenadas, aparece un marasmo de complicaciones. Mira… ¿sabes? ¡Decide tú por mí!











