La crisis está claro que se ha llevado por delante el bipartidismo, y el problema que ahora se plantea es que si nadie puede tener una mayoría mínima para formar gobierno toca conjugar el verbo pactar, y ahí empieza el lío.

El sistema electoral que se diseñó en el 78 potenciaba el bipartidismo para dar estabilidad al sistema, ahora que se ha ido todo a hacer puñetas, que los ciudadanos, a tenor de las encuestas, opinan que prefieren el pluripartidismo, nos encontramos con un parlamento fragmentado, y un futuro gobierno de coalición sí o sí.

Una vez que aceptamos que el partido que esté en el gobierno tenga que hacerlo con una posibilidad que no hemos tenido desde el 78, y no, no hablamos de apoyos externos puntuales cuando no se tenía una mayoría absoluta, como le ocurrió al PSOE y al PP que necesitaron de los nacionalistas para poder gobernar, nos enfrentamos ahora a un panorama distinto.

Los ciudadanos queremos un cambio pero, por supuesto, queremos una estabilidad en el gobierno, no que la legislatura sea un cachondeo, que no sirva para nada y tengamos que volver a votar como ha sucedido en otros países.

Lo que es evidente es que el PP no va a obtener una mayoría absoluta, pero parece que se quedará en el cajón que dice el número dos como mal menor. El PSOE se daría con un canto en los dientes si quedara como líder de la oposición, pero va a ser que lo tiene complicado hasta para llegar a eso ya que no ha sabido dar respuesta desde la socialdemocracia a la desigualdad social que nos ha llevado el PP. En este momento la tercera fuerza política es IU, pero tienen una crisis existencialista que les impide siquiera tener un rumbo claro.

Vista la posible trayectoria que tienen los que están, veamos la de los que han irrumpido. Podemos lleva un año subiendo de forma vertiginosa, en los últimos días el asunto Monedero le ha contenido más de lo que ellos suponían, pero aun así las encuestas le otorgan la copa de ganador por la mínima. Ciutadans ha resultado ser la gran sorpresa, sin armar mucho revuelo se han colado en el cuarto lugar, hablamos siempre de encuestas, y los demás serían unos imbéciles si se les pasara por la cabeza ningunear a Albert Rivera y sus chicos.

Una vez que tenemos los cuatro aspirantes al trono, una vez que asumimos que entre ellos tendrán que pactar para poder dar estabilidad al sistema tras la quiebra del bipartidismos, llega el momento de hacer conjeturas y quinielas. ¿El PP se aliará con el PSOE para seguir estando en el poder sin dejar que nadie más entre en Moncloa? ¿Se unirán el PP con Ciutadans formando un bloque de derechas? ¿El PSOE tendrá que tenderle la mano a Podemos, aunque tenga que ponerse una pinza en la nariz?

Demasiadas interrogantes y pocas respuestas. A España lo de tener un gobierno muy de derechas le sienta como un vestido de rayas horizontales a una persona gruesa. Tampoco es que lo de escorarse a la izquierda rozando el trotskismo nos favorezca muchísimo.

No sabemos quién gobernará tras las elecciones generales, pero mientras estamos en éstas tenemos una Tasa de Desempleo que no nos permite crecer, la desigualdad social es tan tremenda que solo pensar en ella nos pone los pelos como escarpias, y todo esto gracias al austericidio que implantó Rajoy y del que nos queda por lo menos otra legislatura para comenzar a sacar la cabeza.

Galiana