El relevo en la Jefatura del Estado de un país siempre es algo a no perder de vista, pero en el nuestro es especial dado que Juan Carlos fue impuesto por el Dictador y eso no debemos olvidarlo por mucho que el personal solo tenga en cuenta que fue uno de los artífices de nuestra Democracia.

Los españoles nos enfrentamos a aceptar sin más a Felipe como sucesor, pero la sociedad en la calle está pidiendo un referéndum entre monarquía y republica.

No vamos a afirmar que con el tema de la sucesión más de la mitad del país, de repente, se ha levantado con ganas de ser una república porque estaríamos faltando a la verdad, pero sí es cierto que la convocatoria del referéndum le otorgaría a la monarquía, en el caso que así lo decidiera la ciudadanía, esa legitimidad que le falta.

Juan Carlos siempre ha podido alegar que Franco le puso a dedo pero que gracias a él tenemos democracia, y quizá por eso se le han perdonado los errores que ha cometido a lo largo de 39 años.

Felipe llegará a la Jefatura del Estado impuesto a dedo por su padre, no tiene que pilotar ninguna transición porque la Constitución no le otorga poderes para hacerlo. Lo que si tiene que hacer son méritos para ganarse el puesto, y siempre tendrá que lidiar con el tema de estar ahí gracias a ser hijo de quien es. El referéndum le daría el aval de ser Jefe del Estado por voluntad de los españoles.

Se abre un periodo interesante para este país, lleno de cambios y debemos afrontarlos desde el consenso como hicimos la primera vez y sin miedos.

No empecemos con que lo primordial es salir de la crisis económica, crear empleo y demás, porque es evidente que todo eso hay que hacerlo sí o sí. Pero no es menos cierto que necesitamos como agua de mayo un cambio en las Instituciones, y éste no puede quedarse en cambiar la cara del Jefe del Estado. Si dejamos que todo se quede en eso nos estamos quedando, como siempre, a mitad de camino de la nada.

Cierto que los cambios provocan una incertidumbre, pero no podemos dejar que aparezca la palabra miedo. Miedo a cambiarlo todo, empezando por nuestra Constitución, que después de casi 40 años está vieja obsoleta y no se ajusta para nada a las necesidades de la España del siglo XXI. Un cambio en la Constitución que suponga cambios en las Instituciones para que éstas se adapten a los tiempos que vivimos.

Empecemos por hacer un referéndum para saber qué tipo de Estado queremos. A partir de ahí decidamos, desde el consenso entre la ciudadanía y la política, el tipo de país que aspiramos a ser en el siglo XXI.

Galiana