La muerte de Suárez ha dejado en evidencia a la actual clase política española, porque más de uno hemos pensado en lo que tuvimos para comenzar el camino de la Transición de la Dictadura franquista a la Democracia, y lo que tenemos ahora.
Como hoy, por aquel entonces sufríamos una crisis económica muy parecida a la de ahora y que nos está matando, la Tasa de Desempleo en aquellos años estaba como la de ahora fuera de todos los percentiles asumibles, y un desbarajuste en las Instituciones propio del cambio de un régimen autoritario a una monarquía parlamentaria podría ser comparados con la crisis que viven nuestras Instituciones actuales, un país que no sabía qué era el Estado del Bienestar y hoy desde el Gobierno lo están desmantelando a velocidad de neutrinos.
El matiz es que a finales de los 70 se tenían ganas por que España creciera como país, y lo que es más importante por hacerlo todos juntos y limando las desigualdades sociales que teníamos en la Dictadura.
Para conseguirlo hubo que conjugar la palabra consenso en mayúsculas aunque para ello quien más quien menos se tuviera que tragar algún que otro sapo no deseado.
Hoy la palabra consenso no está en el diccionario de quienes manejan los hilos de la política. Cada cual va a los suyo, y si tiene que mirar para otro lado o taparse la nariz cuando se descubre un Golfo Apandador más se hace invocando un quid pro quo por lo que pueda pasar.
La diferencia entre la España de Suárez y la de Rajoy es que el primero dijo aquello de “puedo prometer y prometo” y lo cumplió, pero no solo eso sino que cuando las cosas se torcieron, cuando “los suyos” le hicieron la cama, y bien hecha, supo dar un paso atrás y empezar de cero.
Rajoy propuso un programa electoral con el que engañó al personal, un programa que le sirvió para conseguir 11 millones de votantes e instalarse en Moncloa, pero luego siguió el dicho de “prometer hasta meter, y una vez metido nada de lo prometido”. El actual inquilino de Moncloa tiene enemigos en su partido, mucho y muy variopintos, pero sigue en su puesto aunque con ello pueda perjudicar los intereses del país.
Suárez era un hombre de Estado y el país estaba por encima de cualquier otra cosa, recordemos cómo no se agachó ante Tejero en el Congreso solo porque era el Presidente y como tal no podía hacerlo. Rajoy no es un hombre de Estado, ni lo será en su vida más que nada porque no tiene consciencia de lo que eso significa.
En este orden de cosas, que los Dioses nos pillen confesados porque señalar a un político con carisma en este momento es misión harto compleja, tanto como tener un líder que nos saque de la situación tan complicada que tenemos pensando más en los ciudadanos que en sí mismo o en los intereses de su partido.
Galiana












‘Rajoy no es un hombre de Estado, ni lo será en su vida más que nada porque no tiene consciencia de lo que eso significa’.
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Y aún así está en Moncloa
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Está y ni se le pasa por la cabeza no estarlo
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