Sería muy fácil empezar la semana haciendo leña del árbol caído y enarbolar la bandera de la República como si con ello todos nuestros males desaparecieran. Lo sentimos por quienes piensan que esa será nuestra línea argumental dado que nunca hemos ocultado nuestras simpatía por la tricolor, aún así no estamos por la labor de seguir la corriente de cuando algo se cae vamos a cargar contra ello hasta que no queden ni las migas sin pararnos a meditar sobre las consecuencias o los motivos que han provocado todo esto.
No vamos a negar que las Instituciones Públicas están tan deterioradas que el fétido olor a podredumbre interno ya es casi imposible de ocultar llegando al extremo de ser detectado por los ciudadanos, y a quienes están al frente de las mismas les está empezando a entrar cierto temblor. Escudarnos tras la crisis como motivo del desprestigio que acompaña a las Instituciones Públicas sería faltar a la verdad o lo que es aún peor apuntarnos al carro de querer enmascararla con lo primero que tenemos a mano. No, no vamos a optar por ese camino porque sería contribuir a taponar los agujeros por donde se escapa la pestilencia y esa no es nuestra pretensión pero tampoco vamos a prender la mecha que lo dinamite todo.
Los ciudadanos teníamos más que asumido el desastre en política o en el ámbito judicial, dos de los tres poderes sobre los que se asientan las bases de nuestro Estado democrático, pero quien más quien menos se aferraba a que la Corona mantuviera “el fuerte” aunque solo fuera por darnos ese baño de aparente tranquilidad en la que todos necesitamos creer.
El tema de Urdangarín puso en solfa a la Corona dejando en evidencia la supuesta fortaleza de la Casa Real y como nuestra Monarquía dista mucho de ser el pilar central que nos vendieron en la transición y al que muchos se han aferrado como tabla de salvamento cuando las cosas se han puesto feas y en estos años de democracia se han puesto feas en muchas ocasiones. Llegados a este punto se hizo necesaria la exposición al público de las cuentas reales pensando que «el populacho» quedaría satisfecho con saber que en la Casa Real se desayunan croissants en lugar de pan con aceite y sal, pero mucho nos tememos que el caramelo ya lo hemos terminado y queremos más.
Como buenos defensores de la teoría que vivimos en una sociedad tipo “Matrix” nuestra pregunta más inmediata no es saber de las debilidades del Rey, las cuales conocíamos desde hace tiempo pues siempre ha hecho gala de su pasión por la caza y de hallarse en estos menesteres cuando el país necesita cabezas pensantes que aporten ideas para sacarnos de situaciones comprometidas.
Lo que de verdad nos cuestionamos y nos preocupa son los motivos que quienes han silenciado todas estas veleidades durante años ahora están permitiendo e incluso filtrando que salgan a la luz a borbotones. Quienes se han encargado de vender una monarquía española asentada, calmada, preocupada por sus ciudadanos y poco dada al escándalo se han cansado de hacerlo. Las razones que tienen para hacer este giro tan brutal solo las saben ellos, quizá nosotros las intuimos pero como no tenemos pruebas preferimos callar que ya el patio está suficientemente revuelto como para andar metiendo mas cizaña. Lo que es innegable es que estos “manejadores” están jugando un juego muy peligroso y de alto riesgo porque desestabilizar un país en todos los frentes es algo que se les puede ir de las manos y tener consecuencias no previstas para el resto aunque entendemos que ellos las tienen escritas en su hoja de ruta oculta.
La semana empieza entre elefantes, disparos, intervenciones quirúrgicas todo ello para esconder el desastre de la Bolsa y otro tipo de intervención que pudieran a finales de semana traernos fatales consecuencias.
Galiana